Cuando había un acto cultural en la escuela Simeón Conte, mi mamá no se ponía muy contenta, porque yo siempre participaba en algún punto del programa y eso significaba gasto.
Uno de esos puntos en que participé no se me olvidará nunca. No sé por qué, pero están en mi memoria algunos de los versos que cantamos aquella noche mis compañeros y yo.
Teníamos que vestirnos con montuna y montuno, llenarnos el cabello de talco para simular las canas y pintarnos arrugas en la cara. Complementaban nuestro disfraz de viejitos, unos anteojos y un bastón. Éramos siete estudiantes, cuatro mujeres y tres hombres. Debíamos temblar y mover el bastón como si nos fuéramos a caer.
La idea era tiranos "pullas" hombres contra mujeres.
La introducción rezaba así:
"Somos unos viejitos, venimos a relatar las delicias y experiencias de nuestra mocedad, y cada uno, y cada uno, y cada uno trae ¡ay caramba! algo que contar".
Cuando decíamos "caramba", dábamos un bastonazo contra el suelo, lo que nos ponía a punto de caer.
Luego cantaba una mujer:
"Él a mí me juraba y me decía, que si yo lo olvidaba, él se moría, y pasó el tiempo, y llegó el tiempo, en que lo olvidé ¡ay caramba! y no se ha muerto".
Las carcajadas de los espectadores no se hicieron de rogar, mientras mi compañera usaba su bastón para tratar de darle un tanganazo al galán que la engañó, al tiempo que "temblequeaba".
Después le tocó el turno a otro compañero:
"Las mujeres son el diablo, primas hermanas del demonio, con una navaja vieja, pelaron a San Antonio. Las mujeres son el diablo, primas hermanas del demonio, con una navaja vieja ¡ay caramba! pelaron a San Antonio". Acto seguido, el "viejito", con una mano en la cintura y el bastón en la otra, miraba muy fijamente a las "viejitas", que a su vez, viraban la boca y la cara para el otro lado.
¡Qué tiempos aquéllos en que en las escuelas se presentaba un acto cultural cada mes! No sólo nos culturizábamos, sino que recibíamos una educación integral. ¿Volverán? ¡Ojalá!
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