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HEURÍSTICO
Futbolbia (1ra. parte)

David Robinson | DIAaDIA

"En las democracias modernas, la política tiende a convertirse en una rama de la industria del entretenimiento".

Luis Armando González

¡Gol do Pelé! ¡Gol do Brasil! Aún el eco de esos dos gritos anda dando vueltas en la memoria de mi infancia. Era el año de 1970 y Edson Arantes do Nascimento era el héroe más grande del planeta. Mis buenas descalabradas y sacadas de aquello me di al tratar de imitarlo, al intentar patear un balón con una chilena.

Momentos inolvidables: la Naranja Mecánica y su fútbol total, Mario Kempes y Gauchito, el suertudo de Paolo Rossi y la tanda de goles que metió, el nacimiento de la ola y La Mano de Dios de Maradona, Roger Milla y los Leones Indomables de Camerún, las danzas de Romario y Bebeto, y por último, ¡la tragedia!: el dolor intestinal de Ronaldo. ¡Qué tristeza!

Hasta el Mundial francés de 1998 en mi sangre circulaban eritrocitos, leucocitos, plaquetas y micro balones de fútbol. Ver derrumbarse a la Verde Amarela por el malestar digestivo del Gordito Goleador casi me provoca una leucemia fulminante. Pero no fue esa decepción la que me enfrió la fiebre futbolera. Ni siquiera fue el topetazo de Zidane al ofensivo pecho de Materazzi.

En realidad, el antibiótico que me bajó, hasta desaparecerla, la fiebre futbolera fue la saturación: me hartaron. En la última década, los medios noticiosos están atiborrados de novedades de las ligas panameña, española, italiana, mexicana, argentina, inglesa, beliceña, barbadense, moldoviana, finlandesa, ugandesa, mayottense, nepalesa y vietnamita. También sobre las Copas de Campeones: la Europea, Centroamericana y Ocueña; la copa del Rey, del faraón y del chaman; la Recopa, la recopita y la de los compas. A eso hay que sumarle que, de cada diez conversaciones con cualquier caminante, nueve son sobre el Barça y el Real Madrid. ¿Así, quién no se colma?





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