He aquí las reflexiones de una víctima de inundación:
Yo le tenía miedo a la oscuridad, hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.
Yo no resistía el frío fácilmente, hasta que aprendí a subsistir en ese estado.
Yo le tenía miedo a los muertos, hasta que tuve que dormir en el cementerio.
Yo lucía vanidoso mi abrigo nuevo, hasta que se lo di a un niño con frío.
Yo elegía cuidadosamente mi comida, hasta que tuve hambre.
Yo desconfiaba de la tez cobriza, hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.
Yo creía haber visto muchas cosas, hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.
Yo no quería al perro de mi vecino, hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse.
Yo no me acordaba de los ancianos, hasta que tuve que participar en los rescates.
Yo no sabía cocinar, hasta que tuve frente a mí una olla con arroz y niños con hambre.
Yo creía que mi casa era más importante que las otras, hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.
Yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido, hasta que todos nos transformamos en seres anónimos.
Yo vivía en una comunidad con una clase política, pero ahora espero que se la haya llevado la corriente.
Yo no tenía buena memoria, por eso ahora no recuerdo a todos, pero igual tendré lo que me queda de vida para agradecer a todos.
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