HOJA SUELTA
A ciegas

Eduardo Soto | DIAaDIA

Esa niña me tenía loco. Era la más inteligente del cuarto grado, la favorita de la maestra, y ese agosto cumplió nueve años. El “happy birthday” sería en su casa, un apartamento gigantesco y de caché, porque era de madera y cemento, ¡y porque tenía baño adentro! Estaba en las cercanías del Mercado Público de San Felipe, y mirando sus balcones me la pasé horas y horas de mis días de enamorado imberbe.

Todavía recuerdo la emoción de haber sido el que reventó en mil pedazos la piñata. Lo logré con los ojos vendados. Fue simple. Es que la vi en mi mente. Olí sus crespones y el perfume amargo del cartón. Sin mirar con los ojos, pude sentir que se balanceaba de aquí para allá sobre mi cabeza, como péndulo que ronroneaba desde el techo, atrapada por el cogote con una soga que tomaron prestada del tendedero. Así, mirando con la nariz y los oídos, asesté un palazo animal en el lugar correcto, que llenó de algarabía la sala de ese cuarto que en segundos estaba tapizada de pastillas y harina y galletas y gritos y risas de una chiquillada convulsa y feliz.

Tuve tiempo de quitarme el pañuelo y mirarle la cara a la cumpleañera. Estaba radiante desde la atalaya de su cerebro privilegiado, de su boletín lleno de cincos. Y al fin, por un segundo fui su héroe, el que llenó de alegría su fiestecita, y por eso me lanzó un beso que todavía me acompaña.

Me acordé de este episodio que parece tonto en estos días, viniendo del interior, cuando me topé con una carretera oscura, bajo aquella lluvia endemoniada que cegaba, sin señal de tránsito alguna, llena de huecos y sin hombros. Me sentí dentro de una piñata a la que la naturaleza le estaba dando una paliza.

En ese instante quise tener la virtud esa de los nueve años, cuando podía mirar sin los ojos, porque tenía el don de la clarividencia. Y algo de eso debí lograr porque llegué sano y salvo, no por mis poderes de adivinación, sino porque mi familia me iba gritando al oído cuando me salía del carril, y juntos pudimos librarnos de ese camino de la muerte que es la Interamericana.

Ciudad de Panamá 
Copyright © 1995-2006 DIAaDIA-EPASA. Todos los Derechos Reservados