La sorpresa olímpica. La cara del suizo Roger Federer delató la triste expresión de un rey al que le arrebatan el trono, rebosante de impotencia, de rabia contenida y temeroso en los preámbulos a su despedida de Pekín 2008, sentenciada por el estadounidense James Blake (6-4 y 7-6 (2), la enésima raqueta del circuito que ha perdido el respeto al helvético.
Federer cederá a Nadal su corona de número uno el lunes desde el mismo lado oscuro del que no se ha movido desde que comenzó la temporada. El curso de su descomposición. La misma que delataba su ánimo cada vez que Blake le proponía un contratiempo.
El tenista neoyorquino, desde el séptimo puesto del ranking y sin éxito alguno en el 2008, ya sabe también lo que es ganar al suizo. James Blake se enfrentará en semifinales al ganador del choque entre el francés Paul Henri Mathieu y el chileno Fernando González.
Federer, por su parte, queda a expensas de su participación en el torneo de dobles que aún disputa con su compatriota Stanislas Wawrinka.