Un gusano y un escarabajo eran amigos y pasaban charlando horas y horas. El escarabajo estaba consciente de que su amigo era muy limitado en movilidad y tenía poca visibilidad.
El gusano estaba muy consciente de que su amigo venía de otro ambiente, era muy acelerado para su estándar de vida, tenía una imagen grotesca y hablaba rápido.
Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó la amistad hacia el gusano. ¿Cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro del gusano? ¿Por qué el gusano no venía donde él?
Fueron tantas las respuestas que en el escarabajo buscaron para cuestionar la amistad con el gusano, que al final, éste decidió poner a prueba la amistad alejándose un tiempo para esperar que el gusano lo buscara.
Pasó el tiempo y la noticia llegó: el gusano estaba muriendo, pues cada día emprendía el camino para llegar hasta su amigo y la noche lo obligaba a retornar hasta su lugar de origen. Su organismo no aguantaba.
El escarabajo decidió ir a ver sin preguntar a su compañera qué opinaba. En el camino varios insectos le contaron cómo se exponía día a día para ir a dónde él, pasando cerca del nido de los pájaros.
Llegó el escarabajo hasta el gusano que esperaba pasar a mejor vida. Al verlo acercarse, le dijo cuánto le alegraba que se encontrara bien. Sonrió por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado. El escarabajo aprendió que la amistad está en ti y no en los demás, si la cultivas en tu propio ser, encontrarás el gozo del amigo.
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