Un monje Zen había sido sentenciado a muerte. El rey lo llamó y le dijo: "Sólo tienes veinticuatro horas: ¿Cómo vas a vivirlas?".
El monje Zen se rió y contestó: ¡Momento a momento, tal como siempre he vivido!
Para mí, nunca ha habido más que este momento, así que qué más da si me quedan veinticuatro horas o veinticuatro años. Eso es irrelevante. Yo siempre he vivido momento a momento, así que un momento es más que suficiente para mí.
El rey no podía comprenderlo, pensó que al decirle que sólo le quedaban pocas horas de vida, se iba a deprimir o hasta iba a suplicar por su vida. Lejos de esto, el calmado hombre actuaba como si no le importara la vida; esto preocupó mucho al rey, ya que le gustaba tener poder sobre sus subalternos. Viendo que el rey estaba un poco confundido, el monje le dijo:
"Señor, déjeme preguntarle algo: ¿Puede usted vivir dos momentos, simultáneamente? Vivimos, realmente, cuando vivimos en el ahora, sólo que habitualmente no vivimos, pensamos.
A ello se debe que la vida nos parezca tan corta y no seamos capaces de entender aquéllo a lo que Cristo se refería cuando hablaba de la vida eterna.
El monje, al vivir momento a momento, había alcanzado a liberarse de la esclavitud de la mente y la compulsión de vivir, exclusivamente, a través de la memoria y la anticipación. Disfrutaba cada segundo, porque no temía morir, sabía que al morir su cuerpo no moriría su mente, ya que la eternidad es lo que nos espera.
Vive como si fuese el último minuto y así aprovecharás cada instante.
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