La vida para algunos no vale nada, especialmente si se trata de la de los demás. Tomar un arma y disparar a matar, se ha convertido en un acto tan común como vestirse cada día para ir trabajar. Al menos eso es lo que parece, tomando en cuenta lo que sucedió en la urbanización La Reina, en Arraiján, donde un guardia de seguridad, probablemente ebrio, asesinó de un certero disparo a un hombre, cuyo único pecado fue preguntarle por qué no dejó pasar a los periodistas que cubrirían una reunión convocada por residentes que fueron estafados por una vendedora de la inmobiliaria. ¡Qué suerte la del pobre!, diría un buen panameño. Tras que la gente fue estafada, no pudieron divulgarlo a través de los medios y, para rematar, asesinan a uno de los afectados. ¿Qué es lo que pasa en Panamá? ¿Será que de repente cambiaron el código de conducta aprendido desde la niñez?
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