Saltaron de felicidad. El gran salto de 8.34 que el "Canguro" panameño Irving Saladino dio ayer durante su participación en los Juegos Olímpicos de Beijing, sin lugar a dudas que rompió todos los pronósticos.
El desplazamiento de Saladino en el Estadio Nacional de Beijing, llegó hasta la comarca Ngöbe Buglé, específicamente a la comunidad conocida como Quebrada Guabo, donde cerca de cinco centenares de niños junto a sus maestros se concentraron. Allí, a más de 400 kilómetros de la capital de Panamá, y a miles de kilómetros de distancia de donde se celebró la importante justa, los residentes, en su mayoría indígenas, y algunos docentes que imparten clases en el centro educativo del lugar, se juntaron en un solo lugar para vivir esos emocionantes instantes de gloria.
Mientras el campeón del mundo se concentraba en ejecutar de la mejor forma sus seis saltos, en la lejana y muchas veces olvidada comunidad comarcal, el numeroso grupo de niños y adultos se levantó desde muy temprano con la firme idea de ver por T.V. al ídolo criollo ganar la codiciada y muy disputada medalla de oro, pero no lo logró.
LA TRAVESIA
Llegar a Quebrada Guabo no fue fácil, y mucho menos lo fue conseguir la señal para ver por T.V. la esperada competencia que en la mañana paralizó a todo Panamá. La travesía desde la ciudad de David la iniciamos desde las 4:00 a.m. bajo una persistente lluvia. A las 6:15 a.m. nos ubicamos en el lugar... Los niños y maestros llegaron más temprano que nunca a la escuela, pero también lo hicieron algunos residentes del sector que en esta oportunidad decidieron hacer un alto en sus quehaceres cotidianos para desde la distancia cruzar dedos, elevar plegarias, animar, ser testigo y al final celebrar aquella gran hazaña.
Los minutos transcurrían y el nerviosismo se apoderaba de los presentes. Los docentes se impacientaban, pues al igual que los niños, estaban ansiosos por ver el salto de gloria del "Canguro". Unos se comían las uñas, otros esperaban pacientes, mientras otros se movían para ver de qué manera podían ayudar a captar la señal.
La hora de la prueba llegó para Irving, pero no así la señal de la T.V.; situación que provocó que los presentes corrieran sin más remedio, unos a escuchar la transmisión a través de un pequeño radio que de algún lugar salió, y más tarde, de un auto que al centro educativo llegó.
Allí, en medio de la expectativa que en todo Panamá se vivía por ver al atleta consagrarse y bajo una mañana fría que luego se tornó sofocante dado el radiante sol, el canto de los pájaros y uno que otro silbido de parte de algunos residentes, los ciudadanos de diversas edades se apostaron en los alrededores del auto para escuchar y posteriormente disfrutar cada una de las intervenciones del "Canguro" panameño.
La tensión creció tras el fallido primer intento, pero la tranquilidad volvió ante el 8.17 del segundo y más aún, ante el 8.21 del tercero que le permitió clasificar de primero entre los ocho. La ansiedad seguía cuando iniciaba la última fase de la prueba, pero cuando el campeón saltó 8.34, los rostros de júbilo y satisfacción se observaron. No obstante, había que esperar más puesto que faltaban dos saltos.
En el quinto, Irving falló y en el sexto volvió a hacerlo, pero aun así el grito de victoria se escuchó a través de las ondas hertzianas y la alegría se apoderó de los presentes que, al igual que muchos, celebraron con gritos, aplausos, abrazos y mucho regocijo ese gran salto dorado del 18 de agosto de 2008 que quedará grabado para siempre en los recuerdos y en la historia deportiva panameña.
"Lo logró, Saladino lo logró; tenemos oro, Panamá ganó oro, weeeehhhhhhhhh, somos campeones", gritaban algunos niños y docentes; mientras la maestra Telma de San Martín expresaba muy emocionada que nunca se imaginó vivir esta alegría, porque cuando salió de su casa con rumbo hacia la lejana escuela, jamás pensó que tendría la oportunidad de escuchar y ser testigo de semejante hazaña.