Una nube llena de agua le dice al viento: Viento, sóplame fuerte y llévame al bosque para darle mi agua. Y el viento la va moviendo, cuando pasan sobre un rosal, el cual al ver la nube se alegra y le grita: ¡Nube, nube, regálame de tu agua!

Y la nube muy orgullosa dice: No le voy a dar mi agua a un simple rosal, llega y se posa sobre el bosque y le dice: ¡Bosque, alégrate conmigo porque te traigo el agua que te va a alimentar y a embellecerte!

Y el bosque le contesta: ¿Quién te crees tú para traerme el agua cuando nadie te la ha pedido? No la necesito.

Y la nube, herida en su orgullo, dice: Viento, ya que el bosque es un malagradecido llévame al mar para darle mi agua. El viento la eleva y la nube le grita al mar: ¡Mar, alégrate conmigo porque te traigo más agua!, y el mar le contesta: ¿Quién te crees tú para traerme agua cuando yo tengo mis propios ríos y cuando necesito agua ellos me abastecen.

Por segunda vez la nube se siente herida en su orgullo y le dice al viento: Viento, sóplame fuerte y llévame sobre el desierto. Llega y le grita: Desierto, alégrate conmigo porque te traigo el agua que te va a hacer fértil, y el desierto le contesta: ¿Y quién te crees tú para darme agua cuando yo no te la he pedido, si toda mi vida he sido estéril para qué quiero ser fértil? La nube se pone triste y dice: Viento, ya que estos malagradecidos no quieren mi agua, llévame con el rosal. Llega y le dice: ¡Rosal, sal porque ya te traigo el agua que tanto me pedías! Y el rosal no sale, y la nube se da cuenta de que el rosal ya murió, pues cuando él le pidió el agua, por orgullo ella no se la dio.