Un anciano, al verme llorar porque no me gustaba la vida que Dios me había dado, me dijo: ¿Cómo hacemos para no llorar, cuando recordamos nuestro primer beso, nuestra primera novia, nuestro primer amor, nuestra primera decepción, nuestro mejor amigo del colegio, nuestra mejor amiga, la única que nos escuchaba y a la única a la que podíamos contarle todo?

Las remembranzas de nuestra vida se guardan en el corazón. Todo lo bueno y lo malo que hemos pasado, se encuentra ahí; todo el amor que entregamos y el que no supimos entregar también; todo el cariño por los amigos perdidos en la inmensidad del tiempo; todo el cariño por los familiares que se nos adelantaron en la muerte.

Todo el amor que todavía somos capaces de dar. Todo ocupa un pequeño lugar en el corazón, es cuestión de buscar en tu interior y ahí estará.

Si tienes la oportunidad de recordar a un amigo que no ves hace tiempo, búscalo, llámale, pregúntale cómo está y dile que lo recuerdas. Si tienes un viejo rencor en contra de algún ser humano, cúralo, sánate, evoluciona y no permitas que te minimice como persona.

Si encuentras que todavía amas a esa persona que dejaste en el pasado, sin hacer daños a otros, averigua si todavía tienes oportunidad de entrar en su vida; si es así, hazlo o te arrepentirás.

Vive con intensidad, añorando el pasado, viviendo cada minuto del presente y esperando el futuro con optimismo y confianza, recuerda y aprende de los recuerdos.