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ENTRE NOS
¡Ay, tía!

Elizabeth Muñoz de Lao | DIAaDIA

"¡Chúquele... yegua babieca! Mala que es, pégale, no te dejes. ¿Tú no ves que te la está haciendo beber zonza?".

La señora, con cara de preocupación y, evidentemente molesta por las canalladas de una mujer malvada, se lleva las manos a la cabeza blanquita en canas, y luego de pasárselas por la cara, se las pone en la cintura y mira a su alrededor.

En ese momento, se percata de que sus acompañantes no miran la televisión, sino a ella. Acto seguido, baja la cabeza, como niña cogida en falta, y dice: "¡Chúquele, si es que es muy mala!".

Esa es mi querida tía Ramona, una fanática de las novelas de todos los canales de televisión, que se emociona con cada capítulo, que llora si hay que hacerlo, se ríe si la trama lo requiere así, y que pelea mostrándole el puño a la pantalla cuando la malvada le hace daño a la protagonista.

Ambos lloran, gritan, saltan y pelean. En cada tanda de comerciales, comentan la trama y lo que debería hacer su protagonista. Creo que hubiesen ganado mucho dinero como guionistas.

Pero mi tía ha peleado tanto a lo largo de los años con cada malvada que va y cada malvada que llega, que el "chúquele", la interjección que utiliza para expresar su molestia o su ira, se ha convertido en su apodo en el seno de la familia. Decir "chúquele" es lo mismo que decir Ramona.

A mi bonachona tía no le ha quedado más remedio que aceptar el sobrenombre, porque sabe que quienes la llamamos así es porque la queremos y porque consideramos el "chúquele" como su marca registrada. A nadie más le hemos oído esa expresión. Ella también la usa para manifestar su cariño: "¡chúquele mi'ja, qué alegría me da verte", me dice cuando llego a su casa acompañada de mi esposo y de mis hijos. ¡Cuánto nos gusta a todos escuchar la palabrita de sus labios! ¡Chúquele tía, cuánto te queremos todos!





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