¡Gracias! a sus padres, con todo su corazón, les da una Mayi feliz de ser como es y amar lo que hace. (Foto: Cortesía de Beto Ruiz)
Rosalina Orocú Mojica
| DIAaDIA
Quizás el arte escénico perdió a una de sus estrellas. Pero en el cielo de la plástica brilla Mayi Carles, para siempre.
Quería ser bailarina. Pintora tenía que ser.
Todo empezó para este panameña en 1984. "Cuando tenía apenas 2 añitos, pinté mi primer garabato a crayola, el cual todavía guinda en su rimbombante marco dorado en el cuarto de mis padres. A la edad de 4 años, ejecuté mi versión de muralismo, aplicando masilla Mattel y derramando témpera por todas las superficies verticales posibles. Cuando cumplí 7, aparentemente inspirada por las obras surrealistas del maestro Salvador Dali, le dibujé a mi hermanito Coco el primero de múltiples bigotes hechos a marcador. Quizás porque mi familia nunca desmotivó mis hazañas artísticas, o porque el cielo siempre fue mi límite, crecí locamente apasionada por el arte sin ninguna inhibición. Y me enamoré de lleno, me enamoré del arte".
Desde entonces ha pintado cientos de "garabatos". Un grupo espera por ojos ávidos de recrearse con ellos en Arlene Lachman Galería, desde mañana miércoles a las 7:00 p.m.
Mayi nos parece una joven que se siente cómoda consigo; que demuestra mucha sensibilidad, seguridad en sí misma, amor por sus congéneres y fe en la humanidad.
Ella se ve así:
"Soy el resultado directo del amor incondicional de mis padres.
"Soy un equipaje de recuerdos, gustos, fobias, conocimientos, aptitudes, habilidades, carencias y emociones.
"Soy el producto de la tensión entre el pasado y el presente, lo interno y lo externo, el "yo" y el "otro".
"Soy la aglomeración de todo este infinito número de pedazos fragmentados.
Soy Mayi. Y estoy feliz con no saber en su totalidad lo que esto significa".
Describe su arte como sigue:
Según ella, el valor de su obra radica "no en ser hermosa, ni sorpresiva ni genial, sino en el proceso psíquico que se genera al ser contemplada, en las asociaciones, sentimientos, imágenes y cuestiones íntimas que se suscitan en quien la admira. Ese espacio mágico donde entra el otro, mi espectador, a mi universo de personajes típicamente infantiles, formas deformadas, geometrías sin proporción, fondos chorreados y salpicones accidentados es donde el mensaje se abre y permite la búsqueda de sentidos propios".