A pocas semanas de que sean demolidas las históricas estructuras del Yankee Stadium, una visita a este parque de pelota de las Grandes Ligas era obligada. Fue y será una aventura inolvidable.
Cuando se crece en una provincia tan beisbolera como Los Santos, las ganas de integrar la selección de la provincia y de llegar a ser jugador de las Grandes Ligas, precisamente de un equipo tan laureado como los "Mulos de Manhattan", se hacen cada vez más inmensas.
Por diferentes razones, esas fantasías a veces se convierten en realidad y otras sólo quedan en la mente de quienes la pensaron, pues el destino deparaba otras cosas en el campo profesional.
Sin embargo, como jugador o como fanático, esa ilusión tenía que vivirse en carne propia. Atrás quedaban los momentos de sólo ver los partidos por televisión. La travesía resultó una odisea, pero hubo un tanto de tuna.
La primera fue disponer del boleto de entrada, para nada más y nada menos que la serie entre los Yanquis de Nueva York y los Medias Rojas de Boston. ¡Vaya serie!
La segunda, coincidió con el Día de la Independencia, fecha de gran importancia para los estadounidenses. Al salir del hotel en la mañana del 5 de julio, a eso de las 9:00 a.m., tuve que tomar un bus para llegar a la Gran Estación y luego subir el subterráneo que nos llevaría al Bronx. ¿Se imaginan a un "villano" en esa gran ciudad? El inglés nos ayudó.
Una nube negra hacía presagiar que el sueño acabaría en pesadilla y que no tendría la oportunidad de ver a las grandes figuras, como Alex Rodríguez, Derek Jeter, Jason Giamby, Mariano Rivera, por un lado y Mike Lowell, Manny Ramírez (en ese tiempo jugaba para los Red Sox) y David Ortiz, por el otro.
Pero gracias a Dios, cuando restaban 10 minutos para las 3:00 p.m. abrieron las puertas del estadio con mayor historia en las ligas mayores y quizás en el mundo: el Yankee Stadium.
El partido fue de lo más reñido y divertido, con fanáticos sacando fotos de la cantante Madonna cada vez que Alex Rodríguez caminaba al plato (recuerden que se mencionaba un romance entre estas dos grandes figuras).
Lo más impresionante, además de los batazos y grandes jugadas, fue la entrada de nuestro compatriota Mariano Rivera. El pelotero fue tan aclamado, aplaudido y querido en una tierra que no lo vio nacer, pero que ya hizo suyo: " El Bronx" . El MO, como le llaman al de Puerto Caimito, salió victorioso, ponchando a sus rivales y haciendo alarde de una gala de velocidad. No se podía pedir nada mejor.
FRASE PERSONAL
El guión parece de una película, pero no fue así, fue una historia de la vida real.