HOJA SUELTA
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Eduardo Soto | DIAaDIA

Ysatis. La niña que se escapa de mi tiempo y construye su universo paralelo de princesa. La que hoy llega con su luz a la edad de las fantasías y los sueños encantados. Ysatis, mi hija, hoy es una quinceañera.

Cuando la busco en mis recuerdos, lo que encuentro es un país. Un país de silencios e intensidades. Una geografía inacabable, de miradas rigurosas y abarcadoras; una marea puntual, que sacia; memorables acantilados de iras, pero también valles de paz.

Así es mi hija: mariposa y pantera. Cucuyo y Águila. Nos sorprende su dedicación al estudio, su firmeza al cumplir con sus labores. Al igual que nos deja con la boca abierta su pasión y entrega a la pachanga. Cuando dice estudiar, estudia; pero a la hora de la rumba, ¡ay, papá!

Dicen que recordar es volver a pasar la vida por el corazón, y mi corazón la mantiene pequeñita, recién nacida, metida en un traje rojo que le va grande y con esa expresión ceñuda que la ha acompañado desde siempre.

Más adelante se me aparece cachetona, con el rubor de todos los ángeles en el rostro, simulando ser un tigre o un camión, quién sabe, porque ruge cuando uno intenta cargarla.

La recuerdo luchadora, severa, cuando la pubertad la tomó por sorpresa a los nueve años, y antes, cuando con estoicismo venció una alergia de piel que la crucificaba.

Como a mí, la agobió una tartamudez que a todos nos hacía reír (a ella más que a nadie, porque siempre hizo de tripas corazón) y también, como papá, supo vencerla con una determinación de hi-hi-hi-hierro.

He de colocar un anillo en su dedo, y sé que me temblará el pulso, porque no podré evitar pensar en ese día, cuando no tenga más a mi niña conmigo, porque la vida le habrá abierto otras puertas, y otros serán sus cielos. Entonces y ahora, ¡te queremos, bebé!

Ciudad de Panamá 
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