Tatai

Redacción | DIAaDIA

Por razones de higiene mental preferiría escribir de otro tema. Hablaría, por ejemplo, del feo de Carlos Tévez y el golazo que metió para que la medalla de oro en el fútbol olímpico colgara del cuello de los argentinos. O de lo linda que pone la boca cuando come una joven escritora que se llama Gloria, a quien le brilla en los ojos una rara luz moruna, más cuando el tema de la noche es la literatura infantil. También disertaría sobre las virtudes de la mermelada de albaricoque, que sirve para mucho más que para hacer dulces, si se tiene imaginación y buen tacto.

Si no tuviera que tratar este asunto tan penoso, les contaría que la noche del sábado el cielo estuvo más estrellado que nunca, todo porque lo estaba mirando mi hija que cumplía 14 años, y Dios quiso regalarle un espectáculo de luces y angelitos.

Diría que, también el sábado, bajo el mismo cielo, un grupo de adolescentes optó por apagar el tocadiscos desde donde se quejaba de muy mala manera un rapero, para escuchar a un par de viejos que, a pesar de la hora (3:00 a.m.) y el atoramiento con ginebra, los catequizábamos diciéndoles que en la vida hay que saber escoger a los amigos, porque si eliges mal se convierten en la piedra de molino que se te enreda en el pescuezo cuando el destino te tira de cabeza al río, en lugar de ser el salvavidas que te ayude a flotar en medio del predicamento.

El tema obligatorio me impide escribir sobre asuntos más interesantes, como sería el explicarles los pasos correctos para dar un gran beso (sin lujuria, pero sí con la dosis exacta de pasión), mordisqueando un poquito aquí y allá, sin exagerar, suspirando un nombre, usando cómo y cuándo se debe el empeine de la lengua, de manera que por los siglos de los siglos lo recuerden a uno.

Pero no puedo dedicarme a estos temas, ni modo; el asunto que nos ocupa hoy evita que hablemos de Argentina, la campeona, de los ojos morunos, de la mermelada, de las estrellas que danzaban sobre la inocente cabellera de mi hijita, del catecismo vital y de las técnicas modernas del beso.

A pesar de que no nos guste, tenemos que enfrentar la realidad y reflexionar sobre lo que es importante para la patria: Mireya Moscoso y todo su equipo de trabajo se van, así que debo escribir sobre el tema.

Les llegó la hora. Cest fini. Ya no más. Se acabó. Tatai. So long. ¡Salvación!

P.D. ¿Se nota que no tenía tema?

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