Esta es una de las réplicas de la imagen de la virgen en la antigua basílica. (Foto: : Luis Trujillo/Erick Bulgin.)
Luis Trujillo
| DIAaDIA
¡Increíble!, uno de los sitios turístico más famosos del mundo es el Santuario Católico dedicado a la Virgen de Guadalupe, ubicado en el Cerro del Tepeyac y las faldas del mismo, en la delegación Gustavo A. Madero en la capital de México. Recientemente, estuvimos en ese lugar y fue una experiencia inolvidable. Apenas llegas, sientes una inmensa paz que te envuelve y te hace sentir bien.
Es un lugar que cuenta con maravillas inimaginables, como son la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, Templo Expiatorio a Cristo Rey, La Capilla del Pocito, Parroquia de Capuchinas, Capilla del Cerrito, Capilla de Indios y otras instalaciones sorprendentes.
Al igual que sus estructuras espectaculares, su historia y todo lo que sucede en ese lugar es sorprendente.
Imagínense que la Nueva Basílica
de Nuestra Señora de Guadalupe está abierta todos los días del año (los 365 días), y diariamente se hacen trece misas, desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. Sin embargo, en las capillas que están a su alrededor también ofician, por lo que aproximadamente se efectúan unas 30 misas diarias.
Este monumento es considerado el principal recinto católico de América y uno de los más visitados en el mundo, ya que, anualmente, llegan allí unos 20 millones de peregrinos, de los cuales cerca de nueve millones lo hacen en los días cercanos al 12 de diciembre, día en que se festeja a la Virgen María de Guadalupe.
Es en esta nueva basílica se encuentra la imagen original de la Virgen, y el altar es tan grande que hasta el coro está ubicado allí.
Lo mejor es que unos 50 mil fieles pueden entrar fácilmente allí, así que imagínense lo grande que es. Otro dato muy curioso es que todo lo construido allí tiene una razón de ser, hasta las puertas, pues son una referencia a las siete puertas de Jerusalén, a las que se refirió Cristo.
¿POR QUE UNA NUEVA?
Según pudimos conocer, la nueva Basílica se hizo porque la anterior estaba en peligro: los desplazamientos del subsuelo seguían afectando cada vez más la estabilidad de la Basílica, lo que forzaría a ampliar constantemente la sección de las columnas para evitar que la inclinación llegase a ser peligrosa; esto reduciría cada vez más la capacidad del templo, que era de 3 mil personas. Además, muchos no podían ver la imagen original. ¡Ah!
La verdad es que fue una bendición estar allí.
HISTORIA
La historia fue así: Juan Diego vivía con su tío Juan Bernardino en Tulpetac, lugar donde no había iglesias, por lo que tenían que ir a misa hasta Santa Cruz de Tlatelolco.
El sábado 9 de diciembre de 1531, Juan Diego se encaminaba hacia ahí, y al pasar por el cerro del Tepeyac, oyó un canto que no era de esta tierra. Se detuvo a gozar de él y cuando miró arriba, vio un sol resplandeciente y, en medio, a una señora en actitud de oración. Él fue a saludarla y ella le dijo que era su deseo que se le construyese un templo en ese llano y le encomendó también que le comunicara ese deseo al señor obispo.
El obispo Juan de Zumárraga, no lo tomó en serio y le pidió que volviese otra vez al lugar a ver si sus ojos no lo habían traicionado. Regresó desconsolado Juan Diego y la Santísima Virgen se le apareció otra vez para decirle que volviera el domingo a ver al señor obispo. Así lo hizo Juan Diego, pero el obispo le pidió una señal comprobatoria de la voluntad de la Virgen. La señora se le apareció de nuevo y le pidió que volviera al día siguiente.
El lunes, día de la cita, se enfermó de cuidado el tío Juan Bernardino y hasta el martes pudo salir Juan Diego, que se dirigió la ciudad a buscar a un sacerdote, eludiendo el encuentro con la Virgen, para que le administrara los últimos sacramentos. Iba por ahí, ese día 12 de diciembre, cuando al pasar de nuevo por el Tepeyac se le volvió a aparecer la Virgen y le preguntó qué le pasaba. Él le contó lo de la enfermedad de su tío, y ella le dijo que no se preocupara porque su tío ya estaba sano, después le pidió que subiera al cerro a recoger unas flores.
El milagro de las rosas y de la imagen
Fue Juan Diego y, en efecto, encontró muy bellas rosas de las que no era temporada, y que nunca se habían dado allí. Ya con ellas en su ayate, la Santísma Virgen dijo que las llevara donde el señor obispo, pero que no desplegase su ayate ni lo mostrara a nadie más; así lo hizo Juan Diego.
Después de conseguir entrar en el obispado, le dijo a Zumárraga, el obispo, que ahí le llevaba la prueba que le había pedido. En ese momento, soltó su ayate y apareció en él pintada como por los ángeles la imagen de la Virgen de Guadalupe.