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Más de 100 años forjando valores
Don Fausto junto a su hija Viodelda. Residen en Altos de La Pulida, en Villa Lucre. (Foto: : EVERGTON LEMON)

Carolina Sánchez P. | DIAaDIA

"A Dios le debo mis 101 años de vida", esas fueron las palabras que expresó don Fausto Aguilar Aguilar, al contestar cuál era el secreto de su longevidad. Ahora él está contando los días y se prepara para celebrar a lo grande sus 102 años, que será el próximo 20 de septiembre.

Oriundo de Aguadulce, don Fausto nació en 1908 y desde niño ayudó a su mamá para buscar el sustento de su casa. "Trabajé de limpiabotas. También fui uno de los primeros en participar en la Cooperativa de Salineros. Recordó que vendía gallinas que pesaban hasta cuatro libras en 40 centavos, todo por ayudar a mi mamá", dijo Fausto.

EJEMPLO A SEGUIR

Viodelda de Quesada, hija de don Fausto, adujo que su padre siempre les enseñó a respetar las cosas ajenas. Y es que don Fausto aprendió eso de su madre, quien le decía: "No coja nada que no sea suyo, pero ni un alfiler".

Este abuelo tuvo ocho hijos (tres ya han fallecido), a los que educó y hoy son profesionales. Tiene 40 nietos y ya no saca la cuenta de bisnietos y tataranietos. "Sufrí mucho de niño, porque yo quería ser maestro, pero sólo llegué a V° y se requería de VI°, por eso preferí trabajar y ayudar en la casa, pues mi mamá lavaba una docena de piezas y le pagaban 15 centavos", destacó. También relató que en los grados escolares que tuvo, asistió con pantalones llenos de remiendos y fueron momentos difíciles, pero ahora disfruta mucho de su familia, pues le demuestra amor las 24 horas del día.

PARTE DE LA HISTORIA

Sentado en una silla, don Fausto llevó a los que estaban junto a él, a la historia, pues son muchos los cuentos que tiene y cada cuál hace desear a las personas que los tiempos fueran como antes. Tal es el caso cuando contó que la libra de carne costaba 15 centavos. Al despedirse este medio de don Fausto, agradeció la visita y extendió su mano, mientras comía unas galletas con jugo de naranja.

SANITO

Don Fausto les inculcó a sus hijos desde niños a ir a la iglesia todos los domingos, para dar gracias a Dios por la vida.





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