Elías llevaba sobre su cabeza 115 libras de peso y pretendía llegar a su casa en dos días, pues el camino es largo. (Foto: Hermes González y Jesús Simmons / EPASA)
Jesús Simmons
| DIAaDIA
Templos del saber y refugios para viajeros. El reloj marcaba las 6:37 p.m., cuando en medio de la oscuridad se alcanzó a escuchar una frágil voz que pedía posada a los maestros de la escuela Alto Ciénaga, ubicada en la comarca Ngöbe Buglé, en Chiriquí.
Algo apático, Benjamín Miranda, de 15 años, quien estaba acompañado de su hermano Rigoberto, relató que habían salido de su casa para ir a comprar comida a la comunidad de Llano Ñopo. Para llegar de un lugar a otro, se debe caminar dos días.
Antes de pedir albergue, los niños llevaban caminando 15 horas con el estómago vacío, pues en su casa, situada en la comunidad de Trinchera, en la comarca Ngöbe Buglé, pero en la parte de la provincia de Bocas del Toro, no había nada que comer.
Con sus cuerpos aún sudados, los niños fueron sorprendidos por el maestro Dionisio, quien les dio de comer dos platos de arroz con salchichas.
Era tal el hambre que tenían, que sin pensarlo dos veces dieron un sí cuando el maestro les preguntó si todavía les cabía otro plato.
Tras cenar, se acomodaron en el frío piso de una de las aulas del plantel, e inmediatamente se quedaron dormidos.
Recuperadas las energías, a las 5:00 a.m. del martes 2 de septiembre, los hermanos Miranda se levantaron y emprendieron su viaje.
Esa misma mañana, mientras nos dirigíamos a la Escuela Guayabal de Peña Blanca, encontramos a otro joven que llevaba una enorme carga sobre su cabeza en una chácara (bolsa tejida con fibras vegetales, de fabricación indígena).
Con la voz agitada, dijo llamarse Elías Miranda, de solo 15 años, y procedía de Llano Ñopo, luego comprar 50 libras de arroz, 25 de azúcar, 25 de sal, 15 de café y que se dirigía hacia su casa en Trinchera.
Agobiado por el cansancio se recostó con la pesada carga, aún en su cabeza, para tomar un respiro con las imponentes montañas como escenario.
En ese instante el fotógrafo de DIAaDIA, Hermes González le regaló dos hojaldres y una soda caliente, y solo escuchó al muchacho decir "mil gracias, mil gracias, mil gracias", pues era evidente que el hambre era su único acompañante.
Historias como la de estos niños ngöbes buglés, que caminan grandes distancias para comprar comida, son normales en la comarca.
PROVISIONES
La comunidad de Llano Ñopo es el único lugar donde llegan los carros cargados de mercancía.