HISTORIAS
Amor y obediencia

Redacción | DIAaDIA

Gracia llegó por primera vez a un internado para señoritas, donde iba a permanecer para poder estudiar en un colegio.

Cuando se matriculó, le dieron un reglamento por el cual las internas debí­an regir su conducta. A Gracia le pareció que el reglamento era irrazonable e inadmisible y, delante de unas compañeras internas, con enojo y en alta voz, se dijo: "¿Obedecerlo? ¡Como yo quiera!"

Enseguida, se fue a su cuarto resuelta a no obedecer algunas de las partes de ese reglamento, que a ella le parecí­a absurdo.

A la hora de la cena, cuando Gracia entró en el comedor, una amiga de ella la presentó con la directora del internado. Cuando se separaron de ésta, Gracia exclamó dirigiéndose a su amiga: "¡Qué mujer tan simpática! ¡Qué sonrisa tan agradable! ¡Sentí­a yo como que la directora me atraí­a hacia ella!"

Pasaba el tiempo y la admiración y el cariño de Gracia para la directora iba aumentando, y sentí­a y pensaba que debí­a agradarla. Entonces, con sumisión y casi sin esforzarse, cumplí­a el reglamento; después, ya sin darse cuenta, con gusto lo cumplí­a por completo. Habí­a triunfado el amor a la directora y al internado.

A veces, creemos que las exigencias de Dios son muy duras. Creemos que no tenemos por qué obedecerlas. Sin embargo, una vez que probamos su amor, la obediencia fluye sola.

Jesús nos cautiva con su amor y entonces, cuando lo probamos, no nos cuesta obedecerlo.

"Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así­ como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor", Juan 15: 10.

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