
Es respetada en toda la escuela.
Es respetada en toda la escuela.
Es respetada en toda la escuela.
Guía a sus discípulos.
Sus estudiantes la quieren mucho.
Todos los días imparte sus enseñanzas.
Con amor y paciencia, Carmen Murrill atiende a sus alumnos.Fotos: ROBERTO BARRIOS
Es respetada en toda la escuela.
Guía a sus discípulos.
Sus estudiantes la quieren mucho.
Todos los días imparte sus enseñanzas.
Con amor y paciencia, Carmen Murrill atiende a sus alumnos.Fotos: ROBERTO BARRIOS
Es respetada en toda la escuela.
Guía a sus discípulos.
Sus estudiantes la quieren mucho.
Todos los días imparte sus enseñanzas.
Con amor y paciencia, Carmen Murrill atiende a sus alumnos.Fotos: ROBERTO BARRIOS
Es respetada en toda la escuela.
Guía a sus discípulos.
Sus estudiantes la quieren mucho.
Todos los días imparte sus enseñanzas.
Con amor y paciencia, Carmen Murrill atiende a sus alumnos.Fotos: ROBERTO BARRIOS
Es respetada en toda la escuela.
Guía a sus discípulos.
Sus estudiantes la quieren mucho.
Todos los días imparte sus enseñanzas.
Con amor y paciencia, Carmen Murrill atiende a sus alumnos.Fotos: ROBERTO BARRIOS
Murrill tiene dos hijos, y cuenta que en sus planes no estaba ser educadora, pero un día le solicitaron atender a un grupo de niños a los que unas monjas les daban clases y, sin percatarse, sintió el amor por esta profesión.
Entusiasmo y alegría se puede percibir en el trato de esta docente que no se arrepiente de haberse decidido por un trabajo tan noble.
Carmen ha laborado en centros educativos de diferentes partes del país, en donde ha vivido circunstancias difíciles.
En ocasiones, ha tenido que llevar a estudiantes para su hogar hasta el día siguiente, porque pasan problemas en sus casas.
Carmen Murrill es una creyente de que la formación de los niños es importante y dándoles amor trabaja para un mejor país.