
Entre ellas se cuidan, son muy unidas y siempre están muy bien arregladas.
Foto: EVERGTON LEMON/ROBERTO BARRIOS
Entre ellas se cuidan, son muy unidas y siempre están muy bien arregladas.
Foto: EVERGTON LEMON/ROBERTO BARRIOS
Entre ellas se cuidan, son muy unidas y siempre están muy bien arregladas.
Foto: EVERGTON LEMON/ROBERTO BARRIOS
En ocasiones, las malas personas les tiran orine.
Los fines de semana es cuando más salen.
Con voces dulces y cautivadoras atienden a sus clientes.
Siempre deben llevar su identificación personal.
Entre ellas se cuidan, son muy unidas y siempre están muy bien arregladas.
Foto: EVERGTON LEMON/ROBERTO BARRIOS
En ocasiones, las malas personas les tiran orine.
Los fines de semana es cuando más salen.
Con voces dulces y cautivadoras atienden a sus clientes.
Siempre deben llevar su identificación personal.
Entre ellas se cuidan, son muy unidas y siempre están muy bien arregladas.
Foto: EVERGTON LEMON/ROBERTO BARRIOS
En ocasiones, las malas personas les tiran orine.
Los fines de semana es cuando más salen.
Con voces dulces y cautivadoras atienden a sus clientes.
Siempre deben llevar su identificación personal.
Entre ellas se cuidan, son muy unidas y siempre están muy bien arregladas.
Foto: EVERGTON LEMON/ROBERTO BARRIOS
En ocasiones, las malas personas les tiran orine.
Los fines de semana es cuando más salen.
Con voces dulces y cautivadoras atienden a sus clientes.
Siempre deben llevar su identificación personal.
Entre ellas se cuidan, son muy unidas y siempre están muy bien arregladas.
Foto: EVERGTON LEMON/ROBERTO BARRIOS
En ocasiones, las malas personas les tiran orine.
Los fines de semana es cuando más salen.
Con voces dulces y cautivadoras atienden a sus clientes.
Siempre deben llevar su identificación personal.
Un grupo que se está apoderando de este sector es el de los travestis, quienes sin el menor pudor ofrecen sus servicios sexuales a los hombres que lo deseen. Las doce de la noche es la hora en que salen a hacer sus negocios.
En un recorrido nocturno que hizo el equipo de DÍAaDÍA por las calles de la ciudad capital, se pudo observar que ya no es solo la Avenida de Los Mártires el sitio donde los travestis se venden, sino también en sectores como Las Acacias, San Isidro y en la 24 de Diciembre. En este último lugar son jóvenes indígenas que se contonean al caminar para cautivar a sus clientes.
Historia de un travesti
Patricia, como llamaremos a nuestra entrevistada, estaba en la 24 de Diciembre, un lunes a la 1:00 a.m., al lado de una cantina esperando por el mejor postor y complacer las necesidades sexuales de este (su próximo cliente).
Con algo de recelo abordó mi carro, él no quería subirse, luego de una súplica accedió y se procedió a un diálogo rápido.
Patricia cobra $20 sin límite de tiempo, por lo que accedí a pagar por sus servicios sexuales. En el traslado le dije que solo quería conversar. Sin titubear aseguró que no había ningún problema.
Ella o él llevaba puesto una falda “jeans” corta que dejaba ver sus piernas depiladas, una blusa escotada que mostraba su espalda, cabello largo natural, uñas pintadas, sandalias y mucho maquillaje en su rostro.
Ya en confianza empezó a explicar que desde los 12 años le llamaban la atención los hombres y la vestimenta de las mujeres, por lo que sus compañeros de clases y vecinos se burlaban de él y lo rechazaban.
Solamente llegó hasta tercer año de primer ciclo, pues la situación económica de su familia le impidió seguir estudiando, por lo que temprano salió a trabajar; ya cumplidos los 20 años, Patricia decidió irse de su hogar y vivir la vida que siempre había querido. Él deseaba sentirse mujer.
Una nueva experiencia
Una vez se separó de su familia, se dio cuenta de que la vida no era fácil y menos cuando la sociedad discrimina a los homosexuales a la hora de solicitar un empleo. Ante esta situación, tomó la decisión de vender su cuerpo, para ganarse la vida.
Una vez el cliente solicita sus servicios puede hacer lo que sea con ella, pero si se desea un favor sexual menor que no implica penetración anal su costo es menor; aunque aseguró que no deja que nadie tenga sexo sin su condón, porque le teme a las infecciones de transmisión sexual.
Salud
Para Patricia es difícil realizarse exámenes de salud, por lo costosos que son; lo poco que gana lo usa para subsistir diariamente, ya que no hace nada más. Para tener un cuerpo de mujer se inyecta hormonas todos los meses. Estas hormonas han hecho que sus pechos sean tan sensuales como los de una mujer.
Cuando tiene relaciones sexuales, trata de no eyacular, para que sus senos no disminuyan el tamaño, aunque le gustaría operarse, para no tener que estar inyectándose todos los meses.
Discriminación
Debido a su apariencia de mujer permanente, no teme salir a las calles. Aunque se da cuenta de que la gente la mira mal, trata de ser lo más original posible en su modo de vestir.
Por haber elegido esta vida está muerta para su padre, cuando él la ve no le habla, sin embargo, su madre y hermanos la aceptan, pues saben que ese es el estilo de vida que eligió.
Aspiraciones
A él le gustaría continuar la secundaria en la noche y estudiar una licenciatura en Turismo; eso sin dejar de proyectarse como es, pues sabe que como mujer de la calle no va a durar eternamente.
A sus 24 años, desea construir una casa para vivir con su pareja, en este caso un hombre, pero por el momento no piensa en adopción, aunque no descarta la idea, sin embargo, no le queda más que seguir vendiéndose al mejor comprador.
Así como ella, están las demás que se dedican al negocio más viejo del mundo, a expensas de malos tratos, la discriminación y poca ayuda de las autoridades en salud y educación.