Las técnicas empleadas por los científicos para el cultivo de las ostras, tanto para las de agua dulce como de agua salada, tienen sus orígenes a finales del siglo XIX. Consiste en un cultivo por medios naturales, donde el hombre provoca el inicio de la generación de la perla mediante la implantación de pequeños cuerpos orgánicos, o pequeñas perlas, que son depositadas en el interior de la ostra que les provoca el inicio de la sedimentación de nácar sobre ella, generándose así la perla.

Esta técnica se ha desarrollado exclusivamente en Japón, de forma que casi la totalidad de perlas japonesas destinada a la joyería durante las últimas décadas ha sido generada de esta forma.

Las perlas obtenidas se caracterizan por su redondez, lustre, tamaño inferior a 10 mm y bajo espesor en nácar, por lo que requieren de un fino mantenimiento.