Ofrezco disculpas y reconozco que me equivoqué al escribir, en columnas pasadas, que el mejor programa de folclore al aire en este momento era el "Reto de Trovadoras, donde cantan las bellacas". Lo que debí decir –y me he dado cuenta tarde- fue que si usted quiere ver un "show" donde se distorsione el folclore y talento de nuestra gente del interior y donde la vulgaridad se disfraza de trova, décima o cantadera, no se pierda ese programa. Sí, si usted quiere ver el asesinato de una de las tradiciones folclóricas más hermosas y divertidas de Panamá, sintonice ese programa.
De las dos últimas veces que he sintonizado ese "show", me he arrepentido de lo bien que pude escribir de ellos. Me arrepiento porque lo que ahí uno escucha "hoy" es una vergüenza, una vulgaridad, un insulto a la esencia de la cantadera. Lo han convertido, con el apoyo de la producción, en una invitación de la mujer a despreciar a las mujeres. En una invitación de la mujer a discriminar a las mujeres. En una invitación de la mujer a ofender a otra mujer por la edad y apariencia física.
Yo he ido a espectáculos de ese género de hombres en el interior y aquí en la capital. Sí, espectáculos porque esos son encuentros donde personas con un increíble talento nos demuestran su creatividad y sapiencia en la improvisación, pero ninguno de ellos ha caído en los insultos al físico o edad de su contraparte. Ninguno, a pesar de lo fuerte que pueden ser sus interpretaciones, caen en la bajeza de insultar al contrincante poniendo en duda su sexualidad, diciéndole a una mujer mayor de 50 años que es una vieja que no sirve y mucho menos llevan un momento de brillo para ellos, a convertirlo en un basurero de expresiones soeces, vulgares y sin creatividad alguna.
En algún momento 'las bellacas' se olvidaron de su propio folclore, se olvidaron de donde vienen y de la magia de la competencia de décimas acompañada de guitarras, para convertirse en casi 'Trovarregueseras' vulgares a las que sólo les falta ponerse un pantalón 'caga'o', tatuarse su nombre en la nunca, rellenarse el cuello de polvo blanco, usar un collar "guillette" 'yo me llamo' y decir que con su camión lleno de 'gun' saldrán a defender su vida de cualquier matón.
La producción, en su disfrazado afán de resaltar nuestros valores, ha permitido y patrocinado la distorsión del concepto cantadera, del concepto décima y han dejado que las señoras participantes se insulten en pantalla, pasen la línea de décima pícara y la conviertan en irrespeto y, sobre todo, han perdido la oportunidad de hacer de un proyecto hermoso, una real cuna de nuevos talentos dignos de apoyar y donde toda una familia pueda sentarse y divertirse viéndolas. Aquí es imposible ver diez minutos de este espacio sin que una de las 'trovarregueseras' insulte directa o indirectamente a su contrincante con bajezas.
Cuando veo que un programa pierde el norte, que sus presentadores son equis, que su producción es casi nula, que ni el jurado respeta la tradición, que los participantes, que se supone son los más interesados, distorsionan el folclore y que la televisora como empresa no rescata ningún valor, sino que patrocina el antivalor, es cuando me decepciono y veo que detrás de todo ese "apoyo" para el rescate de nuestras costumbres y tradiciones lo que hay es las ganas de llenar una pantalla de chabacanería, vulgaridad y mal gusto. Esto dejó de ser el reto de trovadoras para convertirse en el "Reto de Trovarregueseras, donde cantan las vulgares".