Una cesta de Theos Papalukas, salvó a Grecia de la eliminación a seis segundos del final de un partido que Eslovenia tenía en el bolsillo y daba la mejor clasificación de su historia al conjunto ex yugoslavo.
Pero Grecia es Grecia. Estaba perdida. Perdía 58-42 a seis minutos del final. Había perdido el control de la situación y, sin embargo, resurgió de sus cenizas para reivindicarse como lo que es, la campeona de Europa, la subcampeona del mundo.
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