
Esta es la casa del educador Guillermo, donde vive con su esposa e hijo de 2 años.
Esta es la casa del educador Guillermo, donde vive con su esposa e hijo de 2 años.
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Esta es la casa del educador Guillermo, donde vive con su esposa e hijo de 2 años.
Esta es la casa del educador Guillermo, donde vive con su esposa e hijo de 2 años.
Esta es la casa del educador Guillermo, donde vive con su esposa e hijo de 2 años.
En muchos hogares del país, es un orgullo contar con familiares que sean educadores, pues muchas veces se convierten en la esperanza de poder aliviar la pobreza que por años se ha vivido. Pero el maestro Guillermo Rodríguez, graduado de la prestigiosa Normal de Santiago, ha hecho infructuosos intentos por conseguir un nombramiento.
Guillermo y su esposa, Judith Espinosa, residentes en la comunidad de El Bongo en el distrito de Montijo, viven una cruda realidad, pese al esfuerzo por conseguir un puesto como educador, aunque sea de manera temporal.
Este docente narró que lleva 9 años solicitándole a las autoridades educativas de nuestro país un nombramiento en cualquier escuela de la República, pero todo ha caído en oídos sordos.
Según los familiares del joven educador, de 27 años, todo podría ser porque no está inscrito en ningún partido político.
Rodríguez, con sacrificio de su familia, logró graduarse en la Escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena de maestro de educación primaria, tiene todo el interés de trabajar en comunidades de difícil acceso, por muy apartadas que sean, pero no ha sido tomado en cuenta por los que tienen el control y la decisión de nombrar a los docentes.
Guillermo Rodríguez sostuvo que por largos años ha venido haciendo largas filas para el reclutamiento, pero nunca aparece en los listados de prelación.
“Han pasado nueve años en esta misma historia. Mientras, hay maestros que renuncian, otros que los sacan del sistema porque cometen delitos, abandonan sus puestos de trabajos, ya sea que están cansados de laborar en comunidades muy apartadas, y se quedan las vacantes”, expresó Guillermo. Pero aun así no logra que lo nombren.
Agregó que personalmente ha ido a la Dirección Regional de Educación y se pone a la disposición para que se le tome en cuenta sin resultados para él.
Vive en precarias condiciones económicas, situación que lo agobia, pues después de tanto sacrificio para poder superarse y ser alguien en la vida, se ha visto obligado a trabajar de manera eventual en un restaurante en Puerto Mutis, Montijo, haciendo trabajos generales para poder subsistir. "Me da mucha vergüenza que la gente de mi comunidad El Bongo de Montijo vea que mi casita es de pedazos de madera desechada, sin piso de cemento y se moja cuando llueve”, confesó.
Injusticia
Hizo una licencia por seis meses en el 2011, pero todavía no han terminado de pagarle. Le deben dos meses.