"Esta imperturbabilidad parece confirmar la sospecha generalizada de que la política es el arte de generar fortuna en el menor tiempo posible y con el mínimo denuedo, engañando al pueblo con insolente demagogia."
Xavier Sáez-Llorens
Según algunos teóricos, la vida en el planeta en más de una ocasión ha desaparecido y vuelto renacer. Todo ello debido a cataclismos universales tales como el impacto de inmensos asteroides, diluvios, plagas virales y matanzas realizadas por los primeros Homo sapiens. Al perecer las especies antiguas, nuevas formas de vida, antes opacadas, tienen la posibilidad de crecer y evolucionar. ¿Pudo sucederle algo parecido a la cultura panameña?
Me parece que sí. A partir de las 11: 00 de la noche del 19 de diciembre de 1989, Panamá sufrió la más grande hecatombe de la era republicana. Lo acaecido en tan fatal noche sólo, creo, puede ser comparado con la Guerra de los Mil Días. Para junio de 1990, momento del retiro de las tropas invasoras, Panamá ya no era la misma. Las bombas, los retenes, el saqueo, los arrestos, los autoexilios y un nuevo gobierno se encargaron de que así fuese.
Las costumbres dominantes, hasta ese momento, cedieron espacio a las nuevas. El férreo dominio de las Fuerzas de Defensa dio paso a la dictadura de los partidos políticos, los uniformes ya no despiertan temor y no son pocos los ciudadanos que reclaman sus derechos sin ninguna pepa en la lengua, hay un auge cultural patrocinado por particulares interesados.
Pero hay algo que no cambió: nuestra resistencia a organizarnos. ¡Qué lío es formar un equipo de trabajo que trabaje! Tengo la ligera sospecha de que es porque preferimos seguir creyendo en los mismos cuentos de hadas y duendes que, desde hace rato, son nuestra perdición. ¿Será que más vale una mentira conocida que cien verdades volando?