Olor a repudio se respiró en el MGM


Elisinio González G - Enviado especial, Las Vegas, Nevada

Enfado, enfurecimiento, irritación, cabreo, disgusto, exasperación, ira, rabia, furia y cólera. De seguro que ninguna de estas palabras podrá definir la forma en que se sintió la gran mayoría de los casi 17 mil fanáticos que asistió el sábado por la noche al MGM Grand Garden Arena de Las Vegas, Nevada.

Unos aficionados con caras de pocos amigos a nuestro alrededor, que descargaron esa ira que les hervía la sangre haciendo estremecer con sus abucheos las paredes del coliseo, luego del desenlace bochornoso que tuvo el pleito entre Floyd Mayweather Jr. (42-0-0-26 nocauts) y Víctor Ortiz (29-3-2-22 nocauts), que no hizo más que ensuciar de estiércol el arte de la “fistiana”.

Hablamos de una noche negra y amarga, en la que solo existieron perdedores. Porque tan culpable y criminal es Mayweather Jr. como su rival, y ni hablar del tercer hombre del cuadrilátero, Joe Cortez.

Al primero que hay que sentar en el banquillo de los acusados y de paso meterlo preso sin juicio alguno es al norteamericano de ascendencia mexicana. Aún busco una explicación por la que Ortiz trató de hacerle daño a Mayweather Jr. propinándole un cabezazo, a sabiendas de que le podía costar la descalificación y la pérdida del título wélter del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

No la hay. Así se pudo apreciar una, dos y hasta siete veces en las cuatro pantallas gigantes que estaban ubicadas arriba del ensogado del MGM Grand Garden Arena.

A la acción de Ortiz solo cabe la desesperación, porque “Pretty Boy” lo estaba dominando –así lo demuestran las tarjetas- en base a su velocidad. Más cuando en su mejor ofensiva del fatídico cuarto asalto, Mayweather Jr. le esquivó, estando sobre las cuerdas, un golpe que llevaba muy malas intenciones.

No hay duda de que el cabezazo fue intencionado. En ese momento cabía la descalificación, pero el árbitro Joe Cortez le perdonó la vida y prefirió restarle solo un punto.

La boca de “Money” Mayweather estaba sangrando. Caras de asombro se dibujaron en cada centímetro de la arena. Nadie en el coliseo lo podía creer, inclusive el propio Ortiz que, acto seguido, se disculpó, abrazó y besó a Mayweather Jr. Este al parecer le aceptó la disculpa, pero ¿creen ustedes que se las aceptó de corazón?

Mayweather Jr.
, al banquillo

Ante esta acción, que a toda costa merecía una descalificación, apareció el segundo culpable.

El árbitro hace la señal de reanudar el pleito. Ortiz nuevamente se disculpa y, creyendo que su rival estaba feliz por lo que había hecho, baja las manos, lo que provocó que Floyd le lanzara una izquierda seguida por una derecha que estallaron en su rostro y que culminaron con un nocaut a los dos minutos y 59 segundos (2:59) del cuarto asalto.

El MGM Grand Garden Arena enmudeció. Se podía hasta escuchar el sonido de un alfiler lanzado contra el suelo. Y es que lo de Mayweather Jr. había sido vergonzoso y criminal. Aunque tengo que aceptar que todo fue válido, porque el árbitro brindó la orden para la acción y él simplemente obedeció. Pero, aunque haya sido válida, está claro que Mayweather Jr. ejecutó su plan maquiavélico con premeditación, alevosía y ventaja. Una estrategia que preparó en segundos luego de haber recibido el cabezazo. Un acto que le demuestra al mundo el corazón negro y perverso que tiene, porque pegarle a un boxeador que recién se acaba de disculpar y que tenía los guantes abajo, es como golpear a alguien por la espalda.

El “Pretty Boy” pudo haberse llevado la victoria, pero nunca podrá olvidar el repudio total de la gran mayoría de los fanáticos que asistieron al coliseo. De seguro que este aborrecimiento se repitió en Panamá y en muchos rincones del mundo que pudieron observar la pelea por Combate Space, en la voz del periodista argentino Juan Larena.

Tercer culpable

Joe Cortez, un hombre con más de 100 peleas de título mundial, quedó marcado para el resto de la eternidad.

En el futuro, cuando decida alejarse del boxeo, todos lo recordaremos por su pésima actuación en este combate.

Primero está la falta de carácter que demostró al no tener las agallas para descalificar a Ortiz. Señores, no se trataba de un golpe bajo, sino de un cabezazo intencionado, que pudo incluso romperle la nariz a su rival y hasta dejarlo noqueado. Claro, pero como no sucedió, sólo había que restarle un punto. ¡Qué vergüenza!

La otra metida de pata fue reanudar el pleito pero con la mirada puesta en el "time keeper" (el chequeador del tiempo), quizá para asegurarse que el reloj continuara.

En ese momento, Cortez se olvidó que estaba en una pelea, porque lo correcto debió ser ubicarse en el camino de ambos púgiles, avisarle al hombre que lleva el tiempo y por último ordenar a la acción. Pero cometió el error garrafal de no mantener su visión sobre los gladiadores. Es más, la cara de Cortez fue de asombro cuando vio que Ortiz estaba en la lona. En ese momento dejó claro que no sabía cómo proceder.

Lecciones aprendidas.

Hoy ni nunca Ortiz olvidará esta derrota. Aprenderá que nunca se puede bajar la guardia ante nadie, menos si acabas de propinarle un cabezazo a tu rival. Su inexperiencia (24 años) salió a flote y pagó caro ante un boxeador que siempre le ha demostrado al mundo, que no se le puede dar ni la más mínima oportunidad.

Cortez, por su parte, nunca olvidará su mal proceder y evitará en el futuro este tipo de “cantinfladas”.

Por último Mayweather Jr., que desde hoy sentirá ser el hombre más odiado del planeta ante los ojos de los que nos gusta apreciar un boxeo en el que abunde la garra y el coraje, pero que a la vez sea limpio.

Quedó claro que Mayweather Jr. le hace daño al boxeo. Un deporte que sigue irrespetando al fanático, que es el que al final lo mantiene a flote invirtiendo grandes sumas de dinero con tal de ser testigo de un buen espectáculo, pero que al final termina recibiendo una lluvia de estiércol.

Al final de esta historia, quedó claro cómo se gana el dinero fácil, porque todos los involucrados, tanto preparadores, promotores y entrenadores terminaron con una sonrisa de felicidad dibujada en sus rostros al llevarse cada uno una buena tajada de los millones de dólares que produjo este pleito.

¿Y qué se lleva el fanático? Nada, porque al final fue testigo de uno de los actos más bochornosos en la historia del boxeo, en la que todos los involucrados arriba del ensogado fueron perdedores.

suscripciones
 
suscripciones