El gran equilibrista hab�a tendido una cuerda desde un borde al otro de un acantilado. �l se aprestaba a hacer su demostraci�n y la multitud, situada abajo, esperaba ansiosa.
-�Creen que puedo cruzar al otro lado caminando por la cuerda?- pregunt� el artista.
-&162;S�!� contest� la multitud.
Y all� fue el hombre llegando a la orilla opuesta en medio de los aplausos y el bullicio.
-�Creen que puedo cruzar al otro lado llevando una carretilla?-
-&162;S�!� se escuch� nuevamente.
-Ahora: �Creen que puedo cruzar llevando una persona en la carretilla?- pregunt�.
-&162;S�!� nuevamente fue la respuesta.
Entonces el artista dijo: -�Qui�n es voluntario para subir a la carretilla?.
Se hizo un silencio total. Todos se estremecieron. Todos temieron. Todos cre�an, siempre y cuando no estuviera en juego su seguridad personal. En realidad no cre�an. No confiaban en �l. Entonces, de la multitud surgi� un ni�o, que r�pidamente corri� y subi� a la carretilla. Ambos, el equilibrista y el ni�o, llegaron sin demora al otro lado, corriendo por la cuerda. Ese ni�o era el hijo del artista, quien confiaba con todo su coraz�n en su pap�.