Refresco con pregón
Manuela Romucho.

Rubén Polanco | DIAaDIA

Empezó desde abajo y ha subido como la espuma. Esa es Manuela Romucho, de 40 años, una señora que ha su edad trabaja duro para mantener a su familia.

Enfrente del Parque Legislativo de 5 de mayo, escucharán "hay agua de pipa para la sed, los riñones, tome agua de pipa, no tome cuento". Un pregón que

llama la atención de la gente, pues es una de las pocas mujeres que vende refrescos en una carretilla por ese sector de la capital. Ella es profesional en técnica de belleza. Hace dos años, Manuela trabajó en una barbería, pero sólo duró dos días porque le pagaban muy poco. Al no conseguir empleo, tuvo que dedicarse a lavar "cooler" a los vendedores de chichas, en la Avenida Nacional, cuando éstos terminaban de trabajar.

Fue allí cuando se dio a la tarea de salir a vender. Empezó en calle M, Calidonia, cuando las piqueras de Vista Alegre y Veracruz, operaban allí, vendía frutas y toallitas.

Hasta que con la mudanza de las piqueras se estableció en el sitio donde está actualmente. Tiene un hijo de 9 años, y su cónyuge también trabaja independiente, para darles ambos mejores días a su primogénito.

"Este trabajo es duro, cansa bastante", dijo Manuela. Explicó que se levanta a las 5 de la madrugada, los días hábiles lleva a su hijo a la escuela y luego va al Mercado de Abastos a comprar las mejores frutas para hacer los refrescos para el público. Vende hasta las 5: 30 de la tarde.

Hay días hábiles de la semana que no trabaja y los toma para descansar. Los fines de semana los trabaja completo, porque es cuando más vende.

Se siente satisfecha, porque su trabajo no le da una fortuna, pero si lo necesario para vivir. Tiene en su casa, un hijo y una familia. Su mayor anhelo es darle la mejor educación a su niño, por lo que aspira a establecer un salón de belleza propio, con sus ahorros.

NO DESCANSA

Los días que no vende chichas, hace trabajos de belleza a domicilio.

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