Ya están aquí, pero no han logrado expandirse. Ante la alerta por la presencia de maras en la frontera tico-panameña, las autoridades han pegado el grito al cielo; sin embargo, integrantes de esos peligrosos grupos están en Panamá desde hace años, incluso, los que se han radicado aquí han sido visitados por sus compañeros para cobrar venganza. Otros son panameños que tuvieron contactos con estas organizaciones, regresaron a Panamá huyendo de sus adversarios y hoy están en las cárceles acusados de azuzar a las pandillas locales.
DIAaDIA tuvo la oportunidad de entrevistarse con un salvadoreño que reside en Panamá, quien contó su experiencia tanto en la Mara 18 de Los Ángeles, California, como los cambios que se han dado en su vida. También explicó sobre sus tatuajes y las cosas que ha tenido que hacer para poder sobrevivir.
Eran pasada las 9:15 p.m. en Gatuncillo, Colón, cuando Noreste (nombre ficticio para proteger su identidad) narró su amarga vivencia, que empezó a los 13 años. Producto de la guerra en El Salvador, su madre viaja a los Estados Unidos y su padre escapa hacia Panamá. Admite que "en el Norte" vivía cómodamente y tenía un amigo que pertenecía a la 18, a quien muchas veces tuvo que defender de otras pandillas. Así se inició una etapa de violencia en la vida de Noreste, que se trasladó a su familia. "Mi mamá, por querer corregirme, yo sentía que abusaba de mí", expresó. Casi decepcionado de su situación familiar abandonó su hogar.
Recordó que una noche llegó hasta el cabecilla de la 18. En esa ocasión se eligió a los tres miembros más pequeños del grupo para que lo golpearan por 18 segundos. "Ahora entiendo que esos segundos marcaron mi vida para la destrucción de mi propia personalidad. Fue así como empecé a odiar más a mi padre y a todo el mundo, creí que esa era mi identidad", dijo.
A los 14 años cayó por primera vez en la cárcel por estar vinculado a un robo a mano armada, aunque solamente planeó el asalto. Sí, Noreste a esa edad ya tenía don de mando y dentro de sus funciones estaba que no le faltara droga a los adolescentes que la distribuían, recolectaba la renta, es decir, el pago de todos aquellos miembros que eran custodiados por la 18, entre ellos, a los travesti y prostitutas. Por protección, una de estas personas, en aquel tiempo, pagaban entre 150 y 200 dólares la noche.
Él tenía que estar pendiente de que nadie se metiera con uno de sus integrantes y que éstos se comportaran conforme a las normas de las pandillas. "Hay reglas en las maras de California, en Centroamérica no, pues son dirigidos por la mafia mexicana", aclaró.
Entre las multas millonarias que logró aplicar, puso de ejemplo, el hecho de venderle droga a una mujer embarazada o que un "marero" se acostara con un homosexual. "Todo ese dinero va a la mafia mexicana. Nadie del grupo se beneficia con ese dinero", agregó.
Al salir de la cárcel, Noreste quiso seguir estudiando, pero alegó que no pudo, pues su cuerpo le pedía más droga. Entre 1985 y 1989 fue baleado tres veces por participar en los denominados "tumbe de drogas". Reconoce que estos fueron los años más violentos que pasó, ya que como se estaba afectando la venta de las drogas, la mafia dictaminó que el tumbador tenía que esperar a que su "blanco" saliera del vehículo, apuntarle a quema ropa y así asegurarse de que no murieran personas inocentes.
A los 21 años, Noreste fue deportado a El Salvador, acusado de los siguientes cargos: por su afiliación a la 18, asociación ilícita para delinquir, robo a mano armada, distribución de drogas y exposición de armas. Al llegar a su tierra natal, descubre que su familia residía en la zona donde opera la mara Salvatrucha. "Me sentenciaron a mí y a mi familia. Me mandaron un mensaje diciéndome que tenía una semana para salir del país".
¿COMO ENTRó A PANAMA?
"Vine porque huía de la Salvatrucha, había un precio sobre mi cabeza, pero mi meta primordial era matar a mi papá", enfatizó.
Noreste no tuvo problemas en Migración, pues entró como turista, presentó el efectivo necesario para ingresar en esa condición. Al pasar los tres meses se convirtió en un ilegal, razón por la cual no salía de noche. Reconoció que el ambiente en Panamá es diferente y por eso afirmó que difícilmente las maras originales podrán establecerse en este territorio, ya que la tendencia es más a las corrientes afroamericanas, que latinoamericanas.
Él reconoció que vino con la mentalidad de formar pequeñas células de las maras y al hablar con personas ligadas a este mundo, el primer sitio que visitó fue la Playita de Colón, poblado que evaluó como el ideal para aquellos que quieren seguir en la delincuencia. No obstante, reveló que aún tenía el deseo de volver a Estados Unidos. "Yo sabía que si mataba a mi papá tendría un boleto seguro para regresar. Había hecho un pacto con Satanás", recalcó.
Estando en Panamá, los guardias federales de los Estados Unidos vinieron a buscarlo, pues la deportación había sido ilegal. Cuando llegaron a la casa donde vivía, Noreste no se encontraba.
Un año después apareció su hermano de El Salvador, amenazado por la Salvatrucha con el objetivo de matarlo. "Las maras no son un juego, destruyen familias", explicó.
Durante este encuentro, Noreste estaba acompañado de su esposa. Su hermano estaba ebrio, llevaba dos botellas de licor en sus manos y se las quebró en la cabeza a Noreste. "Me dijo cosas feas, como "chavala", "chapete", que son expresiones arrogantes en El Salvador y México. Me decía que yo tenía que levantar las maras aquí. Yo me arrodillé y le dije: "Si lo tienes que hacer mátame, pero sepa algo, que nada me ha dado la 18", relató.
Sus hermano regresó a El Salvador y huyó de la zona donde vivía y se incorporó a trabajar con una iglesia evangélica.
"MARAS AQUI"
Por su experiencia, la pregunta obligada era: ¿qué impresión tiene de la supuesta presencia de maras en la frontera con Costa Rica?
"Si eso estuviera pasando, yo sería el primero que quisiera darme cuenta, porque no me conviene. Amo a mi familia", respondió. Es por eso que se mantiene monitoreando los actividades de la 18, vía Internet, y hacia donde vaya su presencia. Alegó que hay más posibilidades de vínculos con la mafia mexicana que directamente con las maras, puesto que México se abastece de la cocaína de Colombia, su primer suplidor.
Noreste reveló que conoce a muchos miembros de las maras Salvatrucha que están en las cárceles de Panamá, algunos de ellos han sido deportados. Explicó que "los que están en la cárcel no están allí para plantar banderas, sino porque se unieron con otras pandillas en Panamá, los han agarrado y han sido encarcelados".
DIAaDIA confirmó, a través de expertos en conducta delictiva y pastores evangélicos, la presencia de estos miembros en la cárcel de Colón y en La Joyita.