En estos días vi a una conocida, a la que saludé con una mezcla de confusión, angustia y asombro.
Esa conocida, más o menos de mi edad (49, aunque me hubiera gustado escribir aquí un 2 antes del 9) no podía casi cerrar la boca. Tenía una perenne sonrisa fingida y unos ojos saltones, cuyos contornos estaban tan estirados, que la piel parecía transparente.
Por si fuera poco, esos ojos estaban como enmarcados con una gruesa línea negra permanente.
Su figura era delgada, demasiado para mi gusto. Pero en este punto no me hagan mucho caso. Yo tengo sobrepeso, y a lo mejor me picó el gusanillo de la envidia.
Lo que sí me confundió es que, a todas luces, se había practicado múltiples cirugías plásticas. Sin embargo, no se veía más joven. Parecía de mentira, como un cartón al que se desea estirar, aunque por mucho que se trate, siempre se nota que estuvo ajado.
Lejos de sentir admiración, sentí molestia. ¡Ojo! No soy quién para criticarla y tampoco tengo derecho a sentir nada con respecto a ella. Pero la verdad es que lo sentí.
Esa señora era linda, fresca, aun en sus cuatro décadas. Su mirada tenía un brillo angelical y su sonrisa serena denotaba mucha seguridad en sí misma.
Entonces, ¿qué la llevó a "dañarse" su rostro? Me imagino que la vanidad y el inconfesable deseo de no envejecer. De hecho, en sus senos muy levantaditos e inmóviles también se notaba la cirugía. Su vientre también estaba plano. ¡Confieso que "vidajenié" bastante, justamente porque no encontraba los porqué.
Y aquí es adonde quería llegar. Cada quien es dueño de su destino, de sus decisiones, de su autoestima y de su dinero.
Sin embargo, creo que cada mujer debe saber que hay una belleza para cada época. Las quinceañeras lucen frescas, porque su belleza física es natural. Lo mismo pasa con las veinteañeras y las treintañeras. Cuando se llega a los cuarenta salen los achaques, la piel se va degenerando y las líneas suaves del cuerpo ya no lo son tanto.
Pero aun allí, hay belleza. La belleza de los años, de la experiencia; la belleza de la vuelta de todo, de la supervivencia, del conocimiento, del amor, de la entrega, de la solidaridad, de la complicidad con el ser amado; la belleza de haber dado vida a los años y vida a los hijos.
Eso no se compra, se vive, y se proyecta en el rostro, en la actitud, en los ojos y en la sonrisa. Siendo así, ¿quién necesita cirugía plástica?