Esta sería la segunda vez, desde el mes de abril en este espacio, que escribo sobre los hombres sin enfrentarlos o atacarlos (como me han dicho por ahí). Y es que me dio mucha curiosidad el escuchar a un gran amigo, muy querido, que sé que cuando lea esto sabrá que es él. Me dijo que tenía varios compañeros que tenían miedo a las mujeres buenas, sí, a las buenas, aquella inteligente y bonita, profesional, pero divertida... No esas malas que conquistan, te usan para lo que quieren y se van, lo que me dejó con un signo de interrogación en la cabeza, ¿cómo?

Entonces, yo le preguntaba cómo alguien le puede tener temor a una mujer buena, ¿no es lo que buscan? Y él respondió que lo que sucede es que su amigo no quería enamorarse por miedo a perder su libertad. ¡O seaaaaa! Pero, quién dijo que enamorarse es perder la libertad, al contrario es darle libertad a que una persona viva al lado de uno. Aunque acepto que en muchas ocasiones las mujeres cometemos el error de asfixiar sin querer (como lo mencioné en columnas anteriores), pero soy fiel creyente de que las cosas pueden arreglarse hablando. Pienso que cuando dos personas se unen, se debe ser justo, compartir un poco de cada uno y también darle espacio a que se vaya con sus amigos o amigas. Si a ti te gusta el baile y a ella el cine, realicen las dos actividades. Creánme que el sólo hecho de ver a la otra personas feliz complace. Chicos, no le tengan miedo a las mujeres buenas. ¿O prefieren a las malas?