Mi papá es diabético desde hace 10 años, está obeso y nunca ha querido seguir la dieta sugerida. Debido a eso ha estado hospitalizado en el Santo Tomás en varias ocasiones. A pesar de que intenté que asistiese a la Clínica de Diabetes, nunca aceptó. Ahora lo hospitalizan en el interior por pie diabético. Sé que en estos casos muchas veces tienen que cortar el pie. Me puede explicar
¿Cómo evitar esto?
El pie diabético consiste en una infección, ulceración o destrucción de tejidos profundos debida a alteraciones neurológicas y distintos grados de enfermedad vascular periférica en las extremidades inferiores que afectan a pacientes con diabetes mellitus. Esta complicación depende del control que se tenga de la enfermedad, de los factores intrínsecos y ambientales asociados al paciente, siendo la principal causa de amputación no traumática en el mundo. En el caso de su padre, aparentemente no acepta su condición de persona con diabetes, no ha hecho los cambios en su estilo de vida y esta situación ha ocasionado que tenga las complicaciones de la enfermedad. En este punto no se puede evitar el agravamiento de la condición, solo tratar de reducir su impacto.
Esta afección se produce debido al daño progresivo que la diabetes genera sobre los nervios, lo que se conoce como neuropatía. Los nervios están encargados de informar sobre los diferentes estímulos (nervios sensitivos) y de controlar a los músculos (nervios efectores). En los diabéticos, el daño de los nervios hace que se pierda la sensibilidad, especialmente al dolor y a la temperatura, y ocasiona que los músculos se atrofien, favoreciendo la aparición de deformidades en el pie.
Al perder la sensibilidad en el pie no se siente si se produce una herida, un roce excesivo, un aumento de presión o una exposición excesiva a fuentes de calor o frío. Al perder el dolor como mecanismo defensivo, los diabéticos pueden sufrir heridas y no darse cuenta. A lo anterior se suma el daño vascular por la diabetes, que en el pie significa que la circulación arterial se ve ampliamente disminuida. Con ello se genera debilidad de la piel, sequedad, alteraciones de las uñas y el vello. Se dan úlceras por falta de oxígeno en la piel, hongos, y/o las lesiones asociadas al daño nervioso. Basta un traumatismo que puede ser un golpe, un elemento punzante o cortante, una pequeña piedrecita que se introduce en el zapato o una rozadura producida por un calzado demasiado estrecho para que se hagan úlceras en el pie. Úlceras que se infectan rápidamente por la falta de riego sanguíneo, la acumulación de toxinas derivadas del metabolismo infeccioso y tejido muerto, resultando una gangrena que para resolverse requiere muchas veces una amputación hasta el nivel donde haya suficiente vasos sanguíneos para permitir la curación de la infección en el paciente. El grado de capacidad vascular que tenga su padre es lo que determinará si se le amputa un dedo o dedos del pie, el pie o incluso la pierna por debajo del nivel de la rodilla.
Para evitar lo anterior, todo paciente diabético debe ser particularmente cuidadoso con sus pies. Cada día, estos deben ser lavados (aunque no empapados) en agua tibia, cuya temperatura ha sido probada previamente con la mano. Se les debe secar con meticulosidad, prestando una atención especial a los espacios entre los dedos. Las uñas no deben ser más cortas que el extremo del dedo. Los pies deben ser inspeccionados con frecuencia, buscando detenidamente zonas resecas y fisuras en la piel, sobre todo alrededor de las uñas y en los espacios interdigitales. Deben tenerse en cuenta la temperatura y el color de la piel, la respuesta vascular a la elevación del miembro, es decir, si se producen cambios en el color según la postura de la extremidad, el cambio en la cantidad de pelo de la pierna. Con la tecnología se pueden utilizar fotografías periódicas para poder juzgar la progresión de la falta de riego. Deben espolvorearse con talco, si la piel está húmeda, o recubrirse con crema hidratante, si la piel está seca. Las plantas de los pies deben ser inspeccionadas con un espejo o por otra persona. Debe tenerse un cuidado especial con los callos y las durezas, que deben ser atendidas por un podólogo. No se deben utilizar antisépticos potentes (yodo) ni callicidas. Ante ampollas o infecciones, debe consultarse inmediatamente al médico.
Los zapatos deben ajustar bien (sin apretar) y ser confortables, dejando espacio para que los dedos descansen en su posición natural. En caso de pacientes vulnerables se pueden diseñar sus zapatos para redistribuir las fuerzas que soporta el pie. Se deben utilizar calcetines de algodón o lana, de la talla adecuada y no tener zurcidos ni con costuras que puedan producir presiones. Deben cambiarse diariamente. Nunca caminar con los pies descalzos. Dejar de fumar. El tabaco es muy perjudicial para los diabéticos, porque produce vasoconstricción.
En nuestras instalaciones de salud existen clínicas de diabetes o programas de salud del adulto en los que se puede orientar a los pacientes sobre cómo cuidar sus pies y evitar llegar a la situación de este caso.