En un bosque muy lejano, crecían árboles de espino, entre ellos muy plantado, estaba uno muy engreído. SOY EL MEJOR DE TODOS, decía con orgullo. Lo creía todo suyo, jactándose de mil modos.
Humillaba a sus vecinos, encarando sus defectos.
SOY EL REY DE LOS ESPINOS, lo decía con sus gestos.
Mas un día cierto hombre, se acercó a aquel lugar en busca de un árbol para su casa adornar.
"Esto es lo que buscaba, es un árbol ideal", el hombre elogiaba aquel árbol sin igual.
El árbol sentíase más orgulloso del elogio que escuchaba. Y aquel hombre presuroso, el machete levantaba.
"¿QUE ES ESTO?", se preguntaba, mas el miedo lo dominaba.
Y ese hombre, presuroso el machete levantaba. Con el filo del machete en el tallo lo lastimaba, y el árbol arrogante, su orgullo declinaba.
Cuando ya desfallecía, imploró a sus compañeros "no seais vanagloriosos como yo lo fui un día".
Y todos sus compañeros lo miraron con tristeza al ver que con ligereza, el árbol a tierra caía.
Y el árbol arrogante, que era el rey de los espinos, perdió todo en un instante, muriendo al pie de sus vecinos.
Aquel hombre muy contento, al árbol en casa vestía con luces de Andalucía, pero el árbol ya estaba muerto.
Esta historia que he narrado no suceda en nuestras vidas, porque a Dios no es de agrado el tener almas altivas.
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