Camino al trabajo, por la autopista Arraiján-La Chorrera, visualicé un camión cuyo vagón transportaba a los cerditos más hermosos que he visto en mi vida.

Eran rosados, con sus hocicos semejantes a los tiernos bebés de las cuñas comerciales, como haciendo pucheritos y "gracias" a quienes viajábamos detrás de ellos.

Aunque parezca cursi y tonto, me sentí triste, pues no eran más que pequeños bebés llevados al matadero, rehenes del conductor del camión y de su dueño.

¿Y saben qué? Recordé a los estudiantes de escuelas públicas. Sonará extraño que al ver a unos cerditos bonitos, camino a su final, pasara a pensar en los niños, niñas y adolescentes de mi país.

Y es que, tal como aquellos animalitos tiernos, los estudiantes están siendo rehenes de los educadores, de los políticos, de los ministros de Educación, de los gobiernos y de la sociedad entera, que sabe que la educación va cuesta abajo, junto con nuestros niños, niñas y adolescentes, y prefiere voltear la cara hacia otro lado, porque es más fácil la omisión que la acción.

Me conmoví hasta las lágrimas, cuando el pasado sábado, lejos de ser un día normal de clases para reponer los tantos días perdidos por una huelga terca, fue un día más de farral y de "poco me importa" por parte de maestros, profesores, ministro y padres de familia. Paradójicamente, los más preocupados por lo que pasaba, eran los rehenes, los estudiantes, a quienes los adultos debían garantizarles la reposición de las clases.

¿Se repite la historia en espiral? ¿Recuerdan que luego de la huelga del año pasado, los docentes optaron por pedirles a los alumnos que copiaran problemas matemáticos en hojas blancas y los presentaran en álbumes, para justificar la nota bimestral? Todo el mundo calló, y los resultados se vieron en las pruebas de la universidad. El panorama es hoy el mismo, pero hemos dejado solos con sus sueños y metas a nuestros estudiantes. Es mejor mirar para otro lado... ¿verdad?