En los últimos tres viernes de este mes, tuve la oportunidad de regresar a mi alma máter, la Escuela Cerro Campana, en Capira. Es una escuela rural y de maestros a tiempo completo. No de aquellos que se quitan el disfraz de docentes cuando salen de los predios del plantel.
Fue un momento memorable, pues me tocó dirigirme a los niños que estaban en aquellas aulas de clases que una vez yo ocupé. Pero me llenó de mucha satisfacción decirles: "Yo era un estudiante como ustedes y ahora regreso como profesional". Los rostros de los niños me impactaron, sus ojos brillaron y noté en ellos ese impulso interior que el silencio dejó entrever: "Yo también puedo".
Con el grupo de quinto y sexto grado estuve trabajando el concurso del mejor Cartel de la Paz del Club de Leones de Capira. Sus trazos, dibujos y pinturas reflejaron mucho su sentir acerca del valor de la paz. Descubrí la necesidad que hay en los niños de ser motivados y de tocarles al hombro y decirles: "Tú puedes".
Ayer fue la premiación de este concurso, pero más que tres ganadores, ganamos todos, pues el tema central era la paz.
Hubo premios materiales, que alegró a los participantes, pero más felicidad se percibió en el gesto de compartir con el prójimo.
Sé que todos quedaron felices de las enseñanzas que compartimos, pero esos niños son conscientes de los retos que aún nos quedan, pues la realidad de cada familia es diferente, pero por algo hay que empezar.