S entado en su casa, luego de una ardua jornada, el denominado "Seguridad regalón" cogió un bolígrafo y papel. Por su mente pasaron muchas ideas, pero lo que más caló su atención fue la realidad de su país: la violencia, especialmente en las mujeres.
De su puño e inspiración nacieron los siguientes párrafos:
Mujer: te mereces el amor, el cariño y el respeto de tu esposo o tu pareja.
Mujer, tú te mereces el amor, el cariño de tus hijos.
Mujer, tú te mereces el amor, el cariño de la sociedad.
Mujer, eres madre, esposa, reina y abnegada, compañera de tu esposo, de tus hijos y de todos tus parientes.
Mujer, eres divina, eres reina de la creación y vigía de lo que Dios hace en cada familia. Eres la envidia de las flores y de todas las rosas, pues emana de tu cuerpo el olor que no tienen las flores, ni las rosas ni ningún perfume creado por la humanidad.
Mujer, yo soy testigo del amor que profeso a la mujer, porque mi madre, esa mujer divina, abnegada, reina y amante de sus hijos, fue parte del amor que Dios ha dejado aquí en la tierra.
Mujer, que Dios te bendiga y que tu esposo, tus hijos, la sociedad, sepan agradecer a Dios lo que tu eres, divina mujer.
Por favor amemos ese ser querido que Dios ha hecho del hombre, la mujer, y que no dejemos llevar por los celos, la violencia, la ira pasajera, pues el amor nunca ha de ser aquí en la tierra. 1 de Corintio 13.
Ojalá que cada día sepamos valorar a todas las mujeres que nos rodean, que sean ellas una fuente de inspiración para nuestra vida.