Cuando el "Tiburón" merodeaba el mar de concreto, hacía de todo. Era algo así como un "mundo de demencias".
En su pecho lleva un Divino Niño que no quería hacerse (lo hizo por conveniencia), en la espalda un escualo (tiburón), en el brazo derecho un sol (que no brilla) y en la nuca el nombre de su madre (Silka, la que le decía que no se hiciera tatuajes).
Leopoldo Arrocha, a quien llaman "Tiburón" en el mundo del boxeo, no quiere olvidar sus malos pasos en la vida. A los 30 años sueña con ser campeón mundial y lamenta todo el tiempo desperdiciado en el oscuro planeta de las drogas.
"No quiero olvidar esos momentos", dijo en voz alta, mientras conversaba en una mesa limpia de vasos y platos. "Si yo me olvido de ese pasado, jamás me sanaré completamente. Debo recordar dónde estuve y cómo he podido salir, con la ayuda de Dios", dijo.
Golpeado por la vida, el "Tiburón" piensa que con un cuerpo limpio de drogas y parrandas, podrá llegar muy lejos y ser campeón mundial de boxeo.
"Yo no creo en santos", dijo. "Me hice el Divino Niño porque mi mamá cree en ese santo", explicó. "Era una forma de complacerla, pero cuando ella me decía que no me hiciera tatuajes, me hacía dos, estaba loco, no me importaba", sostuvo.
REGRESO
La función boxística del próximo 27 de octubre en Penonomé, incluye otra vuelta al ring de Leopoldo Arrocha. Será otro reto. Ahora el "Tiburón" irá por dos coronas regionales ante el colombiano Feider Viloria.
17 AñOS...
El "escualo del ring" se tomó 17 años en el mundo de las drogas. Dice estar recuperado.
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