HISTORIA
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Redacción | DIAaDIA

Era un pueblito pintoresco, allá "`onde uno". Su gente era pobre, pero unida. Si alguien se enfermaba, los vecinos llegaban con un caldito de gallina de patio o de palomino, para darle "fuerzas".

Si el vecino iba a construir su casita de barro, los demás participaban en la junta de embarre para pegar el lodo en los palitos y así levantar las paredes. Mientras tanto, las mujeres preparaban la comida y la chicha para alimentar a sus hombres después de la jornada.

Si una mujer daba a luz, las otras le prestaban los pocos pañales y sabanillas que tenían. Así, cada una iba guardando lo suyo para luego prestarlo a las otras. Ningún vecino peleó con otro ni ningún niño pasó frío ni hambre en ese pueblo, hasta que sucedió lo inevitable.

Un día, un hombre "estudia`o" llegó por allí pidiendo posada, pues un vendaval le impidió seguir su camino hacia otro pueblo, adonde iba a deslindar un litigio de tierras. Se dio cuenta de que allí la tierra era de todos, porque la palabra de los hombres valía más que un papel. Pero él logró sembrar la semilla de la discordia, diciéndoles que si al otro vecino le daba por reclamar el derecho a las tierras, el otro se quedaría sin nada. De repente, cada campesino comenzó a colocar palitos de bambú alrededor de lo que consideraban su terreno. Unos con otros se pelearon "por lo suyo", y la paz que tanto tiempo vivieron terminó para siempre. El Gobierno le dio a cada uno un pedacito por derecho posesorio, pero la armonía, lo más importante, nunca más volvió. ¿Te dejarías llevar tú?

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