"Lo que más me atrasa como ser humano es mi intolerancia con la estupidez. Carajo, no controlo mi impaciencia ante las malignas pendejadas que se cometen a diestro y, peor todavía, a siniestro".
Ernesto Endara
Este Año Nuevo, no hice mi acostumbrado propósito de ser más comprensivo. Hay tantas cosas que no acabo de entender.
Por ejemplo, mientras cursaba el IV grado de escuela primaria, uno de mis compañeros estuvo todo un recreo insistiéndome en que sus zapatos eran italianos. Aún hoy no entiendo la gracia de usar calzados europeos y atravesar sendos lodazales para llegar a la escuela.
O el agente del antiguo DENI (hoy Policía Técnica Judicial), que en los días de la invasión caminó desde el Aeropuerto Internacional de Tocumen hasta mi localidad (la Ciudad Radial de Juan Díaz), atravesando manglares en la oscuridad de la noche, usando la ruta que hoy es el Corredor Sur. ¿Recuerdan que en esas fechas estalló la paranoia anti-batallones de la dignidad y que, en muchos barrios, los vecinos construyeron barricadas para, supuestamente, defenderse de un ataque? Resulta que al señor agente no lo dejaban pasar y se me pidió que le ayudara. Fuimos de retén en retén para que lo dejaran pasar y pudiera llegar a su hogar (que a todo esto se encontraba en Arraiján). En el último puesto, a pocos metros de la vía expedita hasta su casa, le mentaron la madre. Y el señor agente del antiguo DENI (hoy PTJ) se regresó al tumulto, pues él no podía permitir tal irrespeto. Por supuesto que se armó la de Caín y mis vecinos, bebidos hasta la última vuelta de la rosca, le dieron una señora paliza al pobre y necio hombre. Siempre me he preguntado, ¿qué hubiese preferido la madre de aquel sujeto?
Hay un montón de cosas que no entiendo: Sentirse mal por tener plata o "friquiao" por no tenerla; formar fila en un teléfono público teniendo celular; criar chiquillos monstruosos y, después, declarar no saber qué hacer; asistir a reuniones llenas de planes y donde todo queda en mero gasto de saliva; ver gente preocupada por el qué dirán y amargarse la existencia, por no poder satisfacerle la lengua a sus congéneres; saber que hay quien prefiere pedir perdón a Dios que perdonarse, perdonar y pedir perdón a sus prójimos. ¿No será mejor ver hacia otro lado? ¿Regresar a mi antiguo propósito?
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