
La pareja y su hijo sobreviviente quedaron a la intemperie.
La pareja y su hijo sobreviviente quedaron a la intemperie.
Era un niño de apenas dos años de edad, quien no podrá llevar un nombre en su tumba, porque sus padres aún no lo habían reconocido.
Solamente le decían “papi”. Él murió calcinado ayer cuando el pequeño rancho, construido de pencas y zinc, ubicado en la barriada 4 de abril en Changuinola, Bocas del Toro, se incendió.
El pequeñín dormía junto a su hermanito, de tres años, quien fue rescatado por la vecina, Raquel Ortíz Santos, de 23 años de edad.
“Escuché una bulla extraña y, cuando me asomé por la puerta, vi que el rancho estaba ardiendo”.
Al llegar, el niño de tres años se había tirado desde aproximadamente un metro y medio de donde estaba durmiendo, pero al asomarse, ya el otro estaba envuelto por el fuego y entonces Raquel salió corriendo con el de tres años en brazos y se lo llevó a su pequeña casa.
Los padres de los dos niños habían salido minutos antes a buscar agua, pues no cuentan con el servicio de agua potable.
Todo indica que la vela que dejaron encendida se cayó e incendio las paredes del cuarto, que eran de cortinas de plástico.
Los niños también estaban arropados con otra cortina de plástico, por lo que el fuego se extendió rápidamente.
Sus padres Natalio Salina, de 27 años de edad, y su pareja, Mireya Palacio, de 19, no soportaron la escena y entraron en “chock”. Cada uno, por su lado, se tiraba al suelo mientras gritaban “bebé, mi bebé”, de manera inconsolable. A Natalio tuvieron que cargarlo entre varios vecinos porque se iba gateando, buscando alcanzar el cuerpo calcinado de su hijo.
Se conoció que la pareja había llegado al lugar hacía apenas un mes, donde hicieron el pequeño rancho.
A un lado de la cama improvisada donde yacía el cuerpo inerte del niño, se podía observar la lonchera del padre, quien labora en una empresa de producción de banano en Finca 44, Changuinola. Él se había levantado a las 4:00 a.m., y junto a su esposa cocinó la comida que almorzaría a las 11:00 a.m.