El hombre estaba sorprendido. Pensó que era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían.
Entró, se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó: "Perdón, ¿ésta es la tienda de la Verdad?"
-Sí señor, ¿qué tipo de verdad anda buscando: Verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?
"Mmm... Así que aquí venden la verdad". Nunca se había imaginado que eso era posible, llegar a un lugar y llevarse la verdad era maravilloso.
"Verdad completa", contestó el hombre sin dudarlo. Estoy tan cansado de mentiras y de falsificaciones, pensó, no quiero más generalizaciones, no justificaciones, engaños ni defraudaciones.
"Verdad plena", ratificó.
-Bien, señor, sígame.
La señorita acompañó al cliente a otro sector y señalando un vendedor de rostro adusto, le dijo: El señor lo va a atender. El vendedor se acercó y esperó que el hombre hablara. "Vengo a comprar la Verdad completa".
-¡Ah, perdón!, ¿el señor sabe el precio?, dijo. "No, ¿cuál es?", contestó.
En realidad, él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera. Si usted se la lleva-dijo el vendedor-el precio es que nunca más podrá estar en paz. Un frío corrió por la espalda del hombre, no pensó que el precio fuera tan grande. Gracias, disculpe, balbuceó. Se dio vuelta y salió del negocio mirando el piso.
Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones para refugiarse, algunas justificaciones para no tener
que enfrentarse consigo mismo. "Quizás más adelante", pensó.
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