"Cierto tipo de sociedades son mucho más felices que otras. ¿Cuáles? Aquellas que permiten que las personas tengan la libertad de elegir cómo vivir sus vidas."
Ronald Inglehart

Desde tiempos inmemorables, pasando por La Toma de la Bastilla hasta la concepción del Socialismo del Siglo XXI, la humanidad parece demostrar una y otra vez, su falta de astucia para crear una sociedad libre de zorros astutos. Y lo peor, es que para supuestamente mantener a raya a los aprovechados del poder, los intentos de construcción de utopías terminan criando lobos feroces, asesinos de ovejas que en más de una ocasión terminan aliándose con los mencionados zorros.

Y leemos con orgullo las páginas de la historia, donde cada revolución queda registrada como un peldaño en la evolución de la humanidad, como los próceres en nombre de la libertad y la solidaridad encarcelaban y oprimían a la disidencia. O en el caso más triste, a los inocentes que nunca comprendieron lo que realmente ocurría en sus respectivas naciones.

¿Fusilar para alcanzar la felicidad? ¿Mentir para marginar? ¿El fin justifica los medios? No importa si la revolución fue comunista o capitalista, para los muertos eso no tiene la menor importancia. Hay algo que en los últimos diez mil años de historia no está funcionando. ¿Qué será?

No sé, de repente el asunto estriba en que pensamos en ideales que siempre superan nuestras capacidades reales. Y de repente, a pesar del dolor, esa es la gracia del asunto: la búsqueda permanente de algo tan bien escondido que no se puede encontrar. Quizás se trate de entender que, como dijo la profesora Alondra Badano, "La única libertad posible es la que uno mismo elige en sus circunstancias, de acuerdo a la normativa interior llamada conciencia". Toda utopía, ¿termina estrellándose con el libre albedrío de los individuos? ¿Desconfiando de los seres humanos a los que dice favorecer? ¿Tildándolos de enajenados simple y llanamente porque no les interesa la utopía que les predicamos?