Es imprescindible un poco de lucha. Las tormentas con sus truenos, relámpagos y tristezas, nos enriquecen tanto como la felicidad y la alegría.
Oí una parábola antigua, y debe ser muy antigua porque en aquellos días Dios acostumbraba vivir en la tierra.
Un día un viejo campesino fue a verle y le dijo: "Mira, tú debes ser Dios y debes haber creado el mundo, pero hay una cosa que tengo que decirte: No eres un campesino, no conoces ni siquiera el ABC de la agricultura. Tienes algo que aprender".
Dios preguntó: ¿Cuál es tu consejo?
El granjero dijo: "Dame un año y déjame que las cosas se hagan como yo quiera y veamos qué pasa. La pobreza no existirá más".
Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente, pidió lo mejor: ni tormentas ni ventarrones ni peligros para el grano. Todo confortable, él era muy feliz. El trigo crecía altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había tanta lluvia como hiciera falta. Este año todo fue perfecto, matemáticamente perfecto.
El trigo crecía tan alto... que el granjero fue a ver a Dios y le dijo: "Mira, tendremos tanto grano que si la gente no trabaja en diez años, aun así tendremos comida suficiente".
Pero cuando se recogieron los granos estaban vacíos. El granjero preguntó: ¿Qué pasó, qué error hubo?
Dios contestó: No hubo desafío, no hubo conflicto ni fricción. Un poco de lucha es imprescindible.
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