Son la atracción del restaurante. "Si a mis hijos les pasa algo yo me muero", dijo Nancy, refiriéndose a seis loros que posee y a los que considera miembros de su familia.
El amor que Nancy les profesa a esos animalitos es de admirar; habla de ellos y los acaricia como se hace con un niño.
Llegué hasta ese lugar, porque se rumoraba que estos loros le decían el menú a los visitantes. Mas no, ¡no es así! Según algunos clientes hacen más que eso, son la diversión del lugar.
"Muchos de nosotros venimos a comer aquí tan sólo por pasar un rato escuchando todo lo que hablan estos animalitos", dijo uno de los comensales.
La verdad, fue una agradable experiencia. Cuando llegamos, los loros estaban en pleno jolgorio cantando y haciendo esos ruidos que son naturales en ellos; de pronto, uno empezó a decir "quiero arroz". Parece que vernos le dio hambre.
Nancy afirmó que sus hijos (los loros), llegaron muy pequeños, uno tenía una herida en la cabeza y ella, con extremos cuidados, logró que sobreviviera.
Ellos la quieren tanto, que le hacen caso cuando les pide algo.
CARIñO
Esto nos demostró cuando les sirvió comida y, de repente, agarró a Lulú, que al abrazarla y besarla se quedó tan quieta y hasta sus ojos cerró. Ella sabe que Nancy la ama, por lo que no siente temor.
La querendona dueña no quería decir nada, por temor de perder a sus loros; pero, al final, contó que estos loros avisan cuando llega algún cliente con palabras como papá, tía, abuela, entre otras indecentes.
El amor y los cuidados de Nancy son evidentes, porque los animalitos se ven muy felices.
NOMBRES
Los loros de Nancy se llaman: Quico, Enana, Roberto, Rogelio, Cuca y Lulú, que es la consentida.
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