HISTORIAS
¡Qué ironía!

Redacción | DIAaDIA

Como humanos podemos fallar, como padres, no. Esa es mi consigna, y aun así, lo hice.

Sucedió que un día tropecé con un extraño que pasaba y le dije: "perdón".

Él contestó: "discúlpeme, por favor; no la vi".

Fuimos muy educados, seguimos nuestro camino y nos despedimos.

Ese mismo día, un poco más tarde y ya en mi hogar, al estar cocinando, estaba mi hijo muy cerca de mí. Al voltear, casi le pego. "¡Quítate!", le grité. Él se retiró sentido, sin que yo notara lo duro que le hablé.

La culpa me atacó, despiadadamente, al acostarme. Fue entonces cuando recordé que, si como madre fallo, mi hijo resultará tan perjudicado, que podría truncar su futuro. Me dolió tanto haberle gritado, que no podía dormir y, de repente, sentí la voz de Dios que me decía suavemente: "Trataste al extraño cortésmente, pero abusaste del niño al que amas. Ve a la cocina y encontrarás unas flores en el piso. Son las flores que cortó y te trajo; son de color rosa, amarillo y azul. Estaba calladito para darte la sorpresa y por eso no lo viste". Me sentí miserable.

Fui a su cuarto, me arrodillé junto a su cama y le dije: "Despierta pequeño, despierta". ¿Son éstas las flores que cortaste para mí?

Él sonrió y dijo: "Las encontré junto al árbol. Las tomé porque son bonitas como tú, en especial la azul".

"Hijo, siento mucho lo que hice, no te debí gritar", afirmó.

Toma en cuenta que si morimos mañana, nuestros hijos nos recordarán por nuestras acciones. Procura que la última de ellas no sea un grito, sino un abrazo y un beso, acompañado de un "te quiero".

Ciudad de Panamá 
Copyright © 1995-2006 DIAaDIA-EPASA. Todos los Derechos Reservados