Entre tuberías dañadas, hierros corroídos y maderas viejas, vive la señora Carmen Caballero. Ella reside en el caserón 836, de Calle 15 Santa Ana, compartiendo un diminuto cuarto con sus tres pequeñas hijas y esposo.
En el pequeño cuadro se encuentra una cama, una estufa, ropa, una silla e, incluso, sobra un espacito para poder caminar.
La experiencia de ella es igual a la de cientos de familias, que por alguna razón deciden habitar en casas condenadas o abandonadas.
Carmen contó que lleva viviendo 6 años allí. Ese caserón fue condenado hace doce años, y aun así se han mantenido viviendo allí cerca de 22 familias.
DE MAL EN PEOR
Las condiciones son precarias, se puede mencionar: la falta de luces en los pasillos, la humedad producto de tuberías rotas, que constantemente botan agua que se acumula en el patio y que, incluso, llegan hasta los cuartos de algunos residentes.
En su mayoría, estos caserones se concentran en Colón y la ciudad de Panamá, en San Felipe, El Chorrillo y Santa Ana. Aunque el Ministerio de Vivienda (MIVI) ya ha iniciado un programa de remozamiento o eliminación de los caserones totalmente inservibles, aún existen cerca de 250 caserones en mal estado, que posiblemente alojen un total de 3 mil 41 familias.
QUE HARAN
Lexzaura Ramírez, jefa del departamento de prevención y mitigación del riesgo social en la vivienda del MIVI, explicó que aunque hay varios proyectos, uno de los mayores obstáculos al momento de dar una solución de vivienda, es la falta de valores y compromiso que existe entre los residentes de este tipo de caserones. La gente no paga y se resiste a salir del estado donde vive.
La tarea es ardua; pero, al parecer, mientras no haya quien quiera poner de su parte, existirán casas condenadas.
NECESIDADES
Panameños viven en condiciones peligrosas y deplorables. Las casas condenadas son un problema social.
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