"Hay a veces, entre un hombre y otro, casi tanta distancia como entre el hombre y la bestia".
Gracian
La Sociedad no obtiene sus recursos por arte de magia. ¿Será cierto, entonces, que lo que se destine a un drogadicto es lo que no se destinará a la educación de un muchacho que eligió estudiar? ¿Debe el estado consultar al padre del estudiante sobre si está dispuesto a compartir el pago de sus impuestos entre la enseñanza de su hijo y la atención al toxicómano?
Pero ¿acaso la sociedad no es para proteger a todos sus miembros? ¿Garantizarle un mínimo de condiciones para vivir? ¿No está el Estado obligado a suplirle la enseñanza al estudiante y la terapia al drogadicto? ¿No fue la protección de los unos por los otros que nos sacó de las cavernas?
Por otro lado, ¿debe la comunidad cargar con las inconvenientes decisiones que algunos de sus miembros tomaron? El fumador empedernido enfermo de cáncer, el bebedor con cirrosis hepática, aquel que quedó paralítico por correr a gran velocidad en las calles de la ciudad; ¿no escogieron ellos libremente su destino? ¿Acaso consultaron a la comunidad para practicar sus fatales hábitos?
Sin embargo, ¿no hubo quien lucró con la venta de licor y cigarrillos, responsables del cáncer y la cirrosis? ¿Y ese beneficiario no tiene responsabilidad? ¿Y las publicitarias? ¿Y los medios de comunicación? Si es verdad que nadie obliga a nadie a encender un cigarro, ¿por qué se gasta tanto dinero en publicidad?
En una decisión se juega, se juegan la vida. ¿Y quién carga la responsabilidad de esa decisión? ¿El individuo? ¿La sociedad? ¿Ambos? No lo sé. Sólo sé que es muy cómodo no pagar por mis equivocaciones. Y mucho más cómodo es sacar provecho de las equivocaciones ajenas y luego declarar que yo no obligué a nadie.
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