Tienen dos camas, pero necesitan sábanas. (Foto: Agustín Herrera / EPASA)
Jesús Simmons
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Un engaño al estómago. La pobreza en que vive María Lara, de 36 años, y sus siete hijos, es tan grande que para calmar el hambre de su pequeña Amyareth Olivares, de tan solo un año, le prepara una mamadera con agua, azúcar y un poquito de leche de cartón.
Esta mujer vive en un pequeño cuarto, al lado de la casa de su suegra, en Samaria sector 4D, con sus hijos Oriel, de 16 años; Luis, de 13; Oscar, de 11; Ameth, de 7; Joel, de 5; Milagros, de 4 y Amyareth, de 1 año.
Lo peor es que su esposo no tiene trabajo, por lo que sale todos los días en busca de un "camarón" para ganarse unos cuantos dólares que le sirvan para comprar algo de comida a sus hijos. Pero cuando no obtiene nada, la paila se queda volteada en el fregador y todos se tienen que acostarse en "blanco".
MUCHAS NECESIDADES
Hasta hace poco dormían uno al lado del otro en el piso "pelado", semejante a una camada de gatos, pero ahora lo hacen en dos camas viejas que les regalaron los vecinos.
Para aumentar su pesar, su hijo Ameth nació con una parálisis que le afectó el brazo izquierdo. A pesar de su enfermedad, el niño asiste a la escuela Estado de Israel.
"Es una tristeza muy grande cuando mis hijos me piden comida y no tengo nada para darles", expresó muy afectada la mujer, a la que se le refleja en el rostro que su vida no ha sido nada fácil.
En medio de tanta miseria lo único que desea es un trabajo fijo para su esposo, que le sirva para asegurar el sustento diario de la familia.
SIN TERAPIA
Ameth, de 7 años, quien sufre parálisis, debe asistir a las terapias en el Instituto de Medicina y Rehabilitación, pero no lo llevan por falta de recursos.